AL MAR
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¿Qué
puede ser más espléndido que el mar?
Mi
novio me trae voces de torbellino,
de
sus entrañas me regala perlas;
de
su alma, una vorágine de blanca espuma.
Lo
veo danzar cada segundo,
la
sal de la vida de su esencia sucumbe
cual
gotas que caen de los ojos
y
luego desnuda ante su majestad.
Siento
miedo de su profundidad.
A
ratos me asustan sus lúgubres noches
si
la gris bazofia quiere arroparlo,
pero
se enoja, se vuelve huracán violento
y
vomita con rabia toda la cochambre.
He
descubierto que estoy con él,
quiero
un baño de sal marina.
Admiro
la paciencia de una casa prestada
que
parece tener velocidad.
Un
caracol con pisos de mármol
y
destello de joyas en su interior
es
el eterno canto al amor.
Palpita
dentro de sí
con
su propia esencia
que
entre las olas viene y va,
cargando
con el ermitaño curioso
feliz
en su palacio prestado.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
julio 21/13
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