lunes, 1 de julio de 2013

A ESE AMOR [180]




A ESE AMOR [180]

De nuevo estoy aquí viendo paisajes ajenos y creyéndome en ellos, soy la gaviota de alas blancas y sutiles sueños, esperanzada en una roca en el camino para dejar sus pequeñas y tímidas perlas, sin interesar el dolor al quebrarse alguna, al brotar de su interior, pues sabe que su vientre está lleno de collares blancos para todos los veranos y los inviernos que le esperan.

El día está así, es el paisaje de  hoy, del brillante al oscuro, del gris al negro… ¡a punto de llover!, pero nada, mis cachorros lo mismo, repetidos pero amados, pues hago ahora lo que me gusta, mis pequeñas manos se mueven al antojo de un espíritu loco y soñador.

Encontré la isla de la que tanto te hablé. Solitaria y pensativa, en espera de nosotros; y nos divisa con unas pequeñas palmeras un tanto tristes y desteñidas, pero sostenidas, a pesar de los vendavales que les ha tocado.

Descubro a lo lejos tantas montañas, que conservan  mi cabellera, pero nunca envejecen, son jóvenes cada segundo.  Las nubes hacen una estación sobre sus árboles y se quedan veraneando por ahí, son coquetas doncellas de faldas rojas y pantalones de seda.

¿Qué te digo cielo mío?, siempre te recuerdo, no importa donde estés ni lo que hagas. En un segundo de la mirada hacia la cumbre, descubro las cascadas de nuevo, con sus inmensas colas interminables, iluminando a los soñadores que pasan por ahí, donde se entretienen palomas y se bañan, se aman entre arrullos y besos ardientes.

Escucho la música divina de alguien, pareciera interpretada por mi Jefe, es preciosa, cálida, da mucha paz y sosiego; me dejo ser en medio de todo y nada, me busco y me reencuentro, me pierdo y me alejo en tu búsqueda.

El alma va y viene, es una blanca mariposa que se queda un poco cerca de tu ventana cerrada, para regresar junto a mí, triste y dolida.

Dulce sueño es el amor, ¿pero en dónde estás?... No encuentro la razón por la que no eres a mi lado si el destino te dejó por algo, luego se ensañó en robarme lo que me había dado y tanto amaba, para donar a otra, que tal vez nunca te quiera como yo.

Nubarrones grises presiento, es porque estamos en invierno y están enloquecidas las nubes, buscando caminos resecos y montañas elevadas…

¡Pareciera que tuvieran alas!, ¡que tuvieran pies!, las veo correr, se entretienen un instante en cualquier parte, luego sus ojos empiezan la danza que las hace llorar gotas de rocío sobre mi hogar.

¿En dónde te quedarás hoy?...
Busca un motivo nada más y ven a mi vida, que de a poco marcha, en el perfume de los seres amados y sus voces que ya no entonarán canciones, ni versos.  

Sus bocas resecas han de estar, se cansaron de besar, se fueron distendidos los ojos,  abiertos los labios, con esa última palabra que se robó la parca desnuda, que regresó a llevarlos a un sitio más bello y cálido.

¡Ven antes del último otoño!, no creo que tengamos otra oportunidad, el tiempo pasa veloz,  el reloj de arena ha dejado de funcionar, escucho la voz de los nubarrones que hablan con tono fuerte, roncan cual anciano moribundo.

Me asustan los rayos, los temblores, pero anhelo ese saltar del rocío  de mi cuerpo en el tuyo, una vez más, ¡tan solo una vez más!…

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, junio 30/13  

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