miércoles, 24 de abril de 2013

TONY [36]

 Tony. Mi perrito Beagle chocolate. 

TONY [36]


Hace unos años, obligada por las circunstancias y mi amor por los animales, me llevó a iniciar un criadero de perros en mi casa, después en la finca, más de 10 años, lo que conlleva a sacrificio y nada de colaboración, y después tener que entregar los niños en manos de no sé qué clase de personas, muchos serán abusados, otros maltratados y muy pocos amados.



Entre las decisiones fuertes que he tenido que tomar a causa del mismo amor que me llevó a criarlos y a la vez lucrarme con sus cachorros, hace unos días dije: “¡ya no más!” y empecé a cumplirlo con muchas lágrimas, y con el dolor del desprendimiento que da ver a tus mascotas asustadas ante un extraño, y con esas miradas de tristeza en sus ojitos almendrados.



Algunas personas han sido malvadas con los cachorros que he dado en adopción, otras los han amado y respetado; decidí que no quería equivocaciones y escogería muy bien a las personas que se quedarían con mis muchachitos, con todo el dolor de mi alma.



Me conforta decir: Si Anderson, un chico de 21 años que nos robó el infortunio, se fue, y mi tesoro de madre, si se van todos y estamos haciendo cola, también tengo que aceptar que no puedo mantenerlos en las condiciones que merecen de espacio y libertad, y escribo queriendo también consolarme, pues sé lo que siento en el momento de verlos marchar, y esa última mirada en nuestro propio espejo, a través de una ventana, cuando sabemos que no los volveremos a ver.



Tony, ¡perdóname!, no ha sido fácil desprenderme de un ser que amo, pero lo hice por ti, por las niñas para que no tengan más crías, lo hice porque tengo un compromiso con la naturaleza y debo ser fiel a mis principios y  promesas, debo cumplirlas porque Dios nos trajo a éste sitio a vivir dignamente y te lo mereces mi perrito, mi ángel precioso.



Él se veía feliz en el patio con sus princesas, pero a veces le ladraba a la luna y ese ladrido me llegaba al corazón, pues también lo hago, y esa ansiada libertad ha llegado para ti, con la esperanza  de volver a verte y saber que estás mejor en ese gran espacio que te espera.



Dios te bendiga por haber llegado a mis manos y también, por aceptar que alguien más te amará, y te hará ver la luz del sol y los verdores que yo no pude darte.




Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 24/13






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