EL
HUMO [124]
Encendí
un cigarro para ver sus prisas.
Entre
los colores del sol, parecía un iris,
pero
en mi pecho se quedaba el acíbar
que
tarde o temprano, me consumiría.
¿Acaso
no he de morir en cualquier segundo?
Se
fue mi niño quien corría detrás de un sueño,
se
fueron a navegar los lirios del bosque
y
resucitaron en un lugar nuevo…
El
humo seguía elevándose
sus
curvas eran sinuosas,
se
consumía entre la brisa.
Su
instante nació como yo,
a
partir de la boca,
para
morir también
dentro
de un hálito.
Ahora
cierro los ojos,
se
ha ido, se quedó entre las imágenes,
voló
como las aves veraniegas
y
me quedé en el silencio de cualquier tarde
con
la boca abierta y los ojos viendo al cielo.
Di
cuenta que la vida es como un cigarro,
una
mortaja sus ocres ramas
que
se borrarán en un instante,
siendo
un leve parpadeo
con
el mágico sonido del tiempo.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
noviembre 4/13
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