COSAS
MÍAS Y DE TODOS [113]
Hoy
amaneció una amiga con su cantaleta, dice que el matrimonio perfecto no existe,
pero le respondo que hay un matrimonio perfecto: el mío.
Cada
historia tiene un tinte diferente, lo malo es que todas no cuentan sus cosas,
como lo hago siempre, y más ahora que tengo una pared en blanco.
Al
principio todo es perfecto, pero tanta perfección nos aburre, al poco tiempo
empiezan las curvas y los ojos se tuercen, eso sí el amor y su farsa, ese
pensar que hemos alcanzado la gloria, se desvanece poco a poco con la realidad
del ajetreo y la vida.
Un
poco más adelante el cobre de la moneda se descubre, nos damos cuenta que somos
seres imperfectos, que tenemos que lidiar con las mañas del uno, y ajustarlas a
las del otro, pero es válido, de esto se trata la convivencia que a ratos se
torna pesada, nos cansamos de una cuadrícula, pero también somos simplemente
seres humanos.
De
vez en cuando es bueno separar camas, por aquello de los ruidos y los olores,
(de ambos), y de nuevo las curvas de los años, casi siempre por dinero, el sonido de otras guitarras más
jóvenes, aunque las viejas tengan ese inigualable sonido del tiempo, por lo
general le da un tinte diferente al matrimonio, y empiezan de nuevo las peleas,
regresa la billetera mal puesta, los calzoncillos con raya marrón, nos
fastidian los pelos en el lavamanos, los desórdenes, y ahí empezamos a madurar, un día nos damos cuenta
que nos estamos quedando solos, que nuestros hijos ya tienen amigos a quienes
parecen amar más que a nosotros, y somos un estorbo para ellos, entonces, se
inician las miradas olvidadas, los roces de mano, aquéllas sensaciones que
pensamos habían muerto, empiezan las sonrisas de nuevo, las carreras y pérdidas
de casa que ya no preocupan mucho, y el sosiego retorna; buscamos la pared en
blanco para dejar una huella y un consejo, y llega la aceptación, pues ya no
hay tiempo para más cuento.
No
es fácil convivir y tener que aguantar a una persona extraña que llegó a ocupar
un espacio en nuestra vida. Soportarnos es la tarea, estoy aprendiendo ahora, a
que todos somos diferentes, que podemos cambiar, que una oportunidad es válida,
cuando se pinta el cabello de blanco, el rancho empieza a quedar destechado, y
los ardores de la juventud se apaciguan.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, noviembre 7/13
No hay comentarios:
Publicar un comentario