lunes, 4 de noviembre de 2013

CAMINANDO [127]

CAMINANDO [127]

Hasta con el pensamiento podemos caminar
¡por ahí estaba!, me enredé entre las hojas de colores,
las he detallado una a una, y parecen joyas que resucitarán,
serán grama verde, lirios blancos, rosas perfumadas…

El encanto de cada grano de arena, /del cual seré parte alguna vez
la maravilla de una rama seca, en donde anidan carpinteros;
los enjambres de abejas, sus panales…

Sigo caminando... tropecé con una roca, tenía forma, historia…
Me relata del camino, de la voluntad, de la fuerza.
Tiene biografía de sabio, miles de almas se conjugaron en granos de arena
para convertirse en la callada matrona del sendero,
del cruce de la montaña,
en donde a veces tropezamos por alguna razón
y otras, en donde emergen orquídeas y se regala un silencio,
una promesa de amor, a través de labios húmedos y salinos.

Puedo descubrir tantas cosas!... ¡que no me perturbe el mundo!
Que  lenguas ociosas no se atraviesen, que pueda esquivarlas,
son espadas peligrosas, y debo buscar la gracia del paisaje…

A ratos descanso sobre un tronco,
¡qué hermosuras anidaron en sus ramas!
Cuántas mariposas pudieron ser, por su gracia,
y fueron tantas las promesas tejidas bajo sus hojas,
junto a ese abrigo silencioso de un tronco derribado
que alabar es poco para tan divino tocado.

Todo es fantasía en medio de la nada…
¿Qué soy?... no me entretengo en saberlo…
Puedo ser una oruga que acaba de abrir los ojos
que extiende  sus alas a un despertar,
y que ha descubierto, que al parpadeo,
será un  cóndor con alas de cristal
que desea volar y perseguir el viento.

Entonces descubro el infinito a donde iré.
¡Tan azul profundo todo!, ¡tan de gamas, translúcidas y mágicas!
No puedo tocar las nubes, pero puedo sentir frío y calor,
no puedo tocar el aire, pero es quien me anima a continuar…

Entonces empieza a palpitar el corazón…
¿Cuál será el nido de mi alma?
Creo que debe estar en mi cerebro
o en el soplo primero y final, en el aura…

Doblo las rodillas ante ese Dios magnífico
que me regaló la savia y el prodigio del ser,
de resucitar cada instante
pareciendo la hoja, que acaba de nacer.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, noviembre 4/13





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