Mis hijos
VIENDO
[20]
Gracias
por los ojos que me permiten ver…
¡Qué
maravilla son los dorados al amanecer!
¡Qué
magia exquisita son los azules del cielo,
los
rojos encendidos de las rosas, y tu querer!
Viendo
una espiga dorada y un ave canora,
una
sensación de alas abiertas al sol,
ese
trino guardado en el corazón…
¡El
tiempo ha pasado veloz!
Ayer
una niña correteando detrás de tantos sueños,
navegando
en esos mares de fantasía
llenos
de colores la vida,
y
de palpitar de tambores el alma.
¡Qué
magnífica bendición un bosque!
Los
marrones, los dorados y blancos…
Deletreando
colores desde niña
y
ahora, musitando oraciones en tus labios…
Amor…
mi amor de ojos azules…
Temprano
te vi partir y nunca regresar,
pero
ahora, otra mano desnuda mi añejo cuerpo
entre
caricias parezco vino caro,
con
la cometa enredada en tu querer.
Busco
la vacía silla en un parque cerrado…
Detallo
de las palomas sus arrullos.
¡Qué
bonito se entrelazan los picos!
Se
beben la savia del amor y resucitan
entre
gajos de almendro o cúpulas abiertas.
Cultivan
pequeñas rosas hambrientas
mientras
las tristezas ahondan en el nido,
paja
seca entibia sus desnudas pieles,
que
de a poco se visten, con la magia de la vida.
Viendo
hacia mañana…
¿Tendré
esos mañanas soñados en un parque?
Recordando
a mis pequeños de la mano
tan
sola y olvidada… ¡tan ajena la gente!,
pero
tan cerca de Dios si sus bocas en mis pechos
y sus
pequeñas manos aferradas de mi falda.
¡Cómo
pasa el tiempo!
Tan
veloz como si el trigo secara en vano
y
las sales de la vida me conmueven,
al
descubrir esos sueños
tan
iguales a los míos,
tan
inalcanzables…
Pero
al fin encuentro la banca en el camino,
descubro
tus manos en las mías, tus ojos soñadores.
Corretean
mis cabritas buscando la cuesta
y musito
a Dios una plegaria con sus nombres.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
octubre 28/13
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