lunes, 14 de octubre de 2013

HABLANDO CON DIOS [71]


Publicado por Raquel en 15:47

HABLANDO CON DIOS [71]

Alguien me dijo que podría hablar con Dios, a solas en mi propio edificio cuerpo, y lo intento cada segundo. En cada tropiezo busco su sombra, en cada huella plantada en la arena, y un bosquejo queda, en círculos pequeños, si gotas de rocío caen sobre mi pantano.

¿Estás aquí ahora?... ¡Si pudieras responder!, ¡si acaso me pudieras hablar!, pero escucho el son de la cascada, repetido, la música que brota de un cuerpo muerto y recobra vida con unas manos que se mueven, las camelias tan lindas, pareciera que hablaran cuando la brisa trae su perfume, pero a ti, niño de ojos invisibles, no te encuentro en ningún espacio.

Veo caer las hojas, en mi ardiente cabeza las vislumbro de un gran árbol de la vida, y de a poco se deshoja, pero me conmueven los verdes, los brotes de niños, que desnudos y sin haber llorado, marchan de nuevo, el relámpago de ahora que me asusta, el sonido de la lluvia, el beso de mi madre estampado una y mil veces sobre mi frente, mis manos…

¿Estás ahora conmigo?... Me gustaría escucharte, comprender que no estoy en esta eterna soledad, pero vislumbro de nuevo mi hoja en blanco, se llena por el milagro del pensamiento, un colibrí de tan verdes alas, de tan azules movimientos, de tan rojos vivos sus picos, de tan veloces vientos, y así como viene se va,  así como susurra al oído de una flor le dice: ¡te amo, mi dulce amor!, vendré por ti mañana, cuando la tibieza del sol abrigue tu alma…

Y entonces te descubro… ¡qué loca soy!... Has estado aquí desde siempre, desde el primer grito al asomar a la ventana que ocultaba mi madre entre sus piernas, estabas ahí cuando susurró mi nombre, y me abrazó contra su pecho, y ahora te descubro en éste frío invierno, en la lluvia de mis ojos, en el rocío que baja por la ventana y se escurre para escribir tu nombre…

Amor mío, mi niño de ojos transparentes: eras el rocío en las rosas blancas que al amanecer se teñían de púrpuras, y yo, buscándote, mientras dabas movimiento a mis manos, animabas mi corazón, y regresabas con amor a prestar una sonrisa a mis labios.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre 14/13



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