HABLANDO
CON DIOS [71]
Alguien
me dijo que podría hablar con Dios, a solas en mi propio edificio cuerpo, y lo
intento cada segundo. En cada tropiezo busco su sombra, en cada huella plantada
en la arena, y un bosquejo queda, en círculos pequeños, si gotas de rocío caen
sobre mi pantano.
¿Estás
aquí ahora?... ¡Si pudieras responder!, ¡si acaso me pudieras hablar!, pero
escucho el son de la cascada, repetido, la música que brota de un cuerpo muerto
y recobra vida con unas manos que se mueven, las camelias tan lindas, pareciera
que hablaran cuando la brisa trae su perfume, pero a ti, niño de ojos
invisibles, no te encuentro en ningún espacio.
Veo
caer las hojas, en mi ardiente cabeza las vislumbro de un gran árbol de la
vida, y de a poco se deshoja, pero me conmueven los verdes, los brotes de
niños, que desnudos y sin haber llorado, marchan de nuevo, el relámpago de
ahora que me asusta, el sonido de la lluvia, el beso de mi madre estampado una
y mil veces sobre mi frente, mis manos…
¿Estás
ahora conmigo?... Me gustaría escucharte, comprender que no estoy en esta eterna
soledad, pero vislumbro de nuevo mi hoja en blanco, se llena por el milagro del
pensamiento, un colibrí de tan verdes alas, de tan azules movimientos, de tan
rojos vivos sus picos, de tan veloces vientos, y así como viene se va, así como susurra al oído de una flor le dice: ¡te
amo, mi dulce amor!, vendré por ti mañana, cuando la tibieza del sol abrigue tu
alma…
Y
entonces te descubro… ¡qué loca soy!... Has estado aquí desde siempre, desde el
primer grito al asomar a la ventana que ocultaba mi madre entre sus piernas,
estabas ahí cuando susurró mi nombre, y me abrazó contra su pecho, y ahora te
descubro en éste frío invierno, en la lluvia de mis ojos, en el rocío que baja
por la ventana y se escurre para escribir tu nombre…
Amor
mío, mi niño de ojos transparentes: eras el rocío en las rosas blancas que al
amanecer se teñían de púrpuras, y yo, buscándote, mientras dabas movimiento a
mis manos, animabas mi corazón, y regresabas con amor a prestar una sonrisa a
mis labios.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
octubre 14/13
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