DESDE
MI VENTANA 7 [45]
Son
las 5 am y aquí estoy, desde mi ventana oxidada viendo amanecer, con una noche
donde el sueño no quiso aparecer, y éste pedazo de corazón se empeña en buscar
entre la bruma del cielo, la esperanza de una gaviota que vuele acompañada, y
que tenga el privilegio de tener sus alas extendidas, para que la brisa la deje
ser.
Amo
los días de silencio, pero me entorpece el dolor, los quebrantos que no faltan,
y la tanta soledad que parece ser la compañera de continuo, donde una pared en
blanco es mi amiga que alcahuetea todas mis alegrías y tristezas, y es mi paño
de agua tibia para esos sonares en la cabeza, y esas punzadas como espinas
pequeñas, que vuelven quebradizo el corazón, para perder esas fantasías
hermosas en medio de lodazales y mundos vacíos de cemento, en donde los hijos
buscan con afán lo que es ajeno al bien
obrar
Huele
a cigarro, a tabaco, a vicio, a lámparas de Aladino que se encienden una y otra
vez, como una vela puesta al malvado, y una estrella enojada que se empeña en el mal,
una y otra vez.
Desde
mi gris ventana… ¿en dónde estás amor mío?... ¡qué lejos y ajeno a mi dolor!,
qué livianas fueron tus promesas, pues antes de salir el sol, ya te habías ido,
quedando mi corazón como una cascada eterna, a donde el dolor me quiebra, para
empañar las rocas del camino, y endurecer las espinas de los cactus sin verlas
florecer después.
Y
a mi niña de ojos azules, con esa estampa desnuda de gorditas piernas, con esos
pechos de pomarrosa perfumada, con ese mirar extraño que me hace entristecer…
Ya
no huele la vida a talco de bebé, no hay calcetines rosados y azules en el cajoncito de madera, ni están los
cobertores abrigados, ni mis pechos de ayer voluminosos y llenos de espumosa
leche…
Todo
viene y va… mi vida se consume entre las ilusiones vanas de un día, y la
esperanza de un anochecer de ojos cerrados, y espero en ti, mi estrella del
norte, mi amor cercano y lejano, mi vida toda entre tus manos, a que aparezcan
sones de lluvia, y cantares de aves libres entre las ramas, y que pueda correr
descalza por los arenales, que el mar se empeñe en canturrear versos de amor
sobre las pieles desnudas, las
carcajadas de un día más, sean cómplices de las palmeras, que se levantan
ilusionadas y danzan con sus ramas abiertas, sin pedir nada, sin soñar… sólo
estar en la prisión que les fue concedida por la vida.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
octubre 21/13
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