QUE
NO SEA YO [118]
Mi
señor lucero del día,
que
no sea yo quien te niegue
si
al abrir los ojos tu milagro
y
un pequeño canario cantor te admire
trinando
prisionero en su pequeña jaula.
Que
no sea yo
quien
atente contra tu regalo vida,
llene
mi cabeza de humos venenosos
y
pueda incitar a otros al malvado vicio,
que
nos vuelve tontos niños arrogantes.
Aquí
estoy,
la
bendición de un nuevo día,
los
mismos sonidos de ayer,
mi
niño dorado
siendo
una pequeña espiga entre su cárcel,
trinando
un naciente brillo en el cielo.
¿Y
me atrevo a decir que no existes?
Un
suspiro me hace gritar al nacer
y
un hálito se lleva mi vida en un instante.
¿Qué
soy acaso mi Señor de señores
que
puedo hablar con tal soberbia?
¿No
pones cada traba en el camino
un
propósito cada segundo,
para
que te busquemos?
¿Somos
más que un lirio en el bosque?
¿Creemos
que nuestra vida
es
más que la de otros?
Tan
descalzos y desnudos marcharemos,
frágiles
y perfumados al descubrir la primera luz
ante
oscuridad tibia, en un vientre seguro,
y
ese llanto nos advierte de un extraño sentimiento
es
amor tu palabra,
soñar
es nacer,
y soñar es vivir...
No
existe el tiempo y preguntamos: ¿qué día acaso es hoy?
Se
repiten las historias y me pierdo en ellas
y
en ésta locura de colores al despuntar el día
mi
amor abrigo del norte, te vuelvo a ver.
Entre
todos los sueños, el ahora vale,
el
ayer es una sombra que nos sigue,
saber
que estás conmigo al suspirar
y
comprender que estoy contigo al morir.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
septiembre 7/13
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