NO HAY LAGO [32]
Las perlas de tu lago azul es lo que espero,
confundirme en tus aguas mansas,
caminar
de tu mano, hoy, mañana,
cuando
la lluvia torne tan fresca,
que mis ojos no llorarán.
No existe otro lago más que tu mirada;
hacia tus claras aguas me lleva la luz
poderosa,
como ese poco de estrellas
confundidas con las llamas
esa luciérnaga,
que se aferra a la cornisa de mi casa.
Aguarda, ¡ten paciencia!…
Llegará un azulejo pronto hasta tu árbol;
buscará un campo nuevo, una primavera diferente.
Enredaderas de colores verán tus ojos
en medio del calor y el ruido de la tarde.
¡Valió la pena el dolor!…
Valieron las rocas del camino,
por algo los cardos tienen espinas,
si finalmente seré testigo de su amor
interior.
Por alguna razón lloré tanto
en medio de una soledad infinita,
para que tu voz quedara atrapada con el viento
y en medio de un poema a mi madre, llegaras,
por aquéllas cosas tan extrañas de la vida.
Existe una razón, un mensaje en secreto,
a Él me acerco día a día, hacia su fuerza
proclamo,
como lo hace una flor marchita en su
despedida,
para ser feliz a pesar del verano.
¡Primavera!, que no marche la felicidad de
nuevo;
que no tañan las campanas cuando más felices,
que no se agolpen los ojos con cascadas de sal
y pueda contemplar el iris, pensando que ella
está,
para cruzar El Magdalena junto a su mirada,
y verte a ti, a mi lado, adivinando cometas en el cielo
para
alcanzar mi estrella fugaz,
jugando con la brisa.
No existe lago para mí más que tú mirada,
ni tristeza más grande que no verte,
ni suspiro más profundo que perderte,
ni lucero más amado que tu estampa.
Cuando te vea venir
sabrás que mi rostro estará encendido
como los bosques ansiosos de rocío,
y el astro divino,
al salir de las montañas.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, septiembre 25/13
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