LA LLUVIA DE LA TARDE [90]
Les dije que confiaría en el aguacero de la tarde,
tan arrogante y hermoso, un potro salvaje que
mañana me enseñará
prados verdes, y luces encendidas.
Escucharé temprano a los papayeros, las maría
mulata estarán enloquecidas buscando cariños, y yo de nuevo, con la misma sazón
del día, el mismo sabor agridulce, más presiento un mañana fabuloso.
Dormiré más de la cuenta, espero mis niños lo
hagan sin miedo en el patio, pues ellos también se asustan, lloran y chillan,
pero debo cuidar mi salud, permitir cada cosa en su lugar y abonar terreno para
sembrar semillas.
Ya casi pido a la reina María, que quite el
velo de mis ojos y descubra una verdad, ya casi las cadenas se rompen, y podré
ver los días con más sosiego, permitiré
un descanso bajo mi árbol amado, viendo a las palomas buscar un cariño, pues
los pichones están por nacer, desnudos y pequeños, frágiles como nuestra propia
existencia.
¡Escuchen el susurro de la brisa!, las gotas
de rocío por miles, bajan sin descanso, y nos hablan del inmenso amor de Dios.
Siento como si una hoguera estuviese encendida,
al cerrar los ojos parece una llamarada sobre la montaña, pero al abrirlos,
descubro la paz que baja desde el cielo, y mitiga la sed de los caminantes.
Espero mañana a los descalzos sin heridas, a
las casas con sus techos abrigados, a los ancianos en cualquier rincón, en una
esquina, arropados con las miserias y los desechos de otros, pero es divino
saber que estarán tibios, esperando el calor de un agua de hierbas, un
café o una mirada…
Un Dandy mugriento, lo espero mañana en mi ventana con su mueca
sonrisa, sin saber cómo pasó la noche, y a pesar de su aparente pobreza material, es un
sabio caminante de ojos negros, tan curtidos como sus arrugados senderos…
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, septiembre 11/13
No hay comentarios:
Publicar un comentario