domingo, 22 de septiembre de 2013

¿DE QUÉ ME MARAVILLO? [47]


¿DE QUÉ ME MARAVILLO? [47]

Una queja tras otra cada instante…
No he visto el brote de una rosa,
y ausente voy por el camino de la vida
sin ser alcatraz ni ser gaviota.

Paso a suspirar y no doy cuenta
que estoy viva todavía,
en cambio otros tan pequeños
mueren cada segundo,
agonizan entre dolores
y sueñan con un nuevo día.

¿De qué me maravillo?
No me he dado cuenta de nada;
ayer esa luna tan dorada,
hoy, un sol parece luna,
y una estrella es la cascada.

Un gorrión armó su nido
pero estaba ocupado
con  sueños ajenos,
enredada donde no era amada
y buscaba el amor,
donde no había fuego.

Entrelazo mis manos, ¿son las tuyas?
abrazo mi cuerpo como si fueran tus brazos,
miro al espejo y quiero robarte un beso
pero al acercarme, ya no queda nada.

No hay maravillas, en tanto un águila pasa,
no hay de qué alabar, si un niño sana,
nada hay para sonreír, si un anciano abraza,
nada hay bajo el sol mientras me perfumo,
y mis ojos tienen brillo extraño,
casi que luz del sol entre los manantiales.

Una rana de colores canta entre las bromelias,
creí que era un pajarito entre las ramas,
no puedo tocar su piel porque se protege
de nosotros, dizque “seres humanos”.

Una hormiga busca un mendrugo entre mis ollas,
su horizonte parece perdido, no hay verdes ramas,
escondida y asustada la escucho hablar
y su cuerpo tiene alma,  su vida un motivo,
pero aquí no ha pasado nada.

Tanto reniego de la vida, dulce sorpresa,
estar muerta y regresar a ver tus maravillas.
¿Acaso no he doblado bien mis rodillas?
¿No he agradecido el don de la vida
ni he copiado el cambio de nubes en el cielo
al retornar una vez más la primavera?

De nada me doy cuenta, ¡estoy ocupada!…
Me entretengo con los sueños ajenos
para no buscar los míos.
Trinan una vez más las cocineras en las ramas,
retorna el papayero con sus verdosas alas
y el canario del vecino en vez de trinar llora,
pues está prisionero,
ue cautivo con larga condena
así no haya hecho nada malo.

Agradezco mi nueve de septiembre
el retorno de ese algo invisible enviado,
oro por una niña llamada Candela,
y espero en Dios,
una mano sobre su pequeño cuerpo,
con una madre que acepta la voluntad del viento.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, septiembre 22/13 





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