domingo, 8 de septiembre de 2013

BORRACHA [108]

BORRACHA [108]

Entonces le hice caso al poeta,  mi noche fue de sensaciones raras, parecía un óvalo que cruzaba por la mar, y entre olas perseguí a mi estrella; pero la juguetona decidió esconderse bajo las rocas, ahí, el brillo de la vida era una estación consentida, y la muerte se llenaba de púrpuras, si el dragón hambriento pasaba, siendo una corriente veloz, y tomaba todo lo que le apetecía hasta que se hartaba, o tal vez nunca estaría lleno, pues vi que vaciaba su vientre en la doncella que se arrimaba con esos calores de luna llena, y al rato, un poco después, escuchaba sus gemidos de sirena que salían de su alma, y unas tetas mínimas, abrían sendas heridas con sabor a leche fresca.

Fue la borrachera más bella de todas; perseguí después a un caracol, parecía veloz, por esa extraña sensación de  quietud de luna, que parece que huyera  ante  una nube en traviesa con el brillo de las plantas, y estoy ahí, estática, en el mismo lugar.  

Mi  luna loca, tan divina, envía mensajes entre sus brillos tenues, y se queda viendo un rato, para después, al asomo del alba, tornarse blanco mármol, flor doblegada ante la luz del sol.

Ebria emprendí viaje, inicié la travesía  más hermosa de todas, entre escarpadas rocas  subí,  llegué a la cumbre ansiada de la montaña, te descubrí entre el bullicio del mar y el canto de las aves, y entre todos los encantos, me embriagué de nuevo.

El poeta me dio su poesía, ¿en dónde estará?, se quedó escondida entre tu pecho donde hubo fuego y cenizas,  mi boca prendida de sus labios, de sus ojos negros como la noche, y mi estrella estaba ahí, tratando de salir.  

Una perla gris me sorprendió llorando, para darme cuenta entonces, que no estaba allá, si no aquí.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, septiembre 8/13








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