BORRACHA [108]
Entonces le hice caso al poeta, mi noche fue de sensaciones raras, parecía un
óvalo que cruzaba por la mar, y entre olas perseguí a mi estrella; pero la
juguetona decidió esconderse bajo las rocas, ahí, el brillo de la vida era una
estación consentida, y la muerte se llenaba de púrpuras, si el dragón hambriento
pasaba, siendo una corriente veloz, y tomaba todo lo que le apetecía hasta que
se hartaba, o tal vez nunca estaría lleno, pues vi que vaciaba su vientre en la
doncella que se arrimaba con esos calores de luna llena, y al rato, un poco
después, escuchaba sus gemidos de sirena que salían de su alma, y unas tetas
mínimas, abrían sendas heridas con sabor a leche fresca.
Fue la borrachera más bella de todas; perseguí
después a un caracol, parecía veloz, por esa extraña sensación de quietud de luna, que parece que huyera ante
una nube en traviesa con el brillo de las plantas, y estoy ahí, estática, en el mismo lugar.
Mi luna loca, tan divina, envía mensajes entre sus brillos tenues, y se queda viendo un rato, para después, al asomo del alba, tornarse blanco mármol, flor doblegada ante la luz del sol.
Mi luna loca, tan divina, envía mensajes entre sus brillos tenues, y se queda viendo un rato, para después, al asomo del alba, tornarse blanco mármol, flor doblegada ante la luz del sol.
Ebria emprendí viaje, inicié la travesía más hermosa de todas, entre escarpadas
rocas subí, llegué a la cumbre ansiada de la montaña, te
descubrí entre el bullicio del mar y el canto de las aves, y entre todos los
encantos, me embriagué de nuevo.
El poeta me dio su poesía, ¿en dónde estará?, se
quedó escondida entre tu pecho donde hubo fuego y cenizas, mi boca prendida de sus labios, de sus ojos
negros como la noche, y mi estrella estaba ahí, tratando de salir.
Una perla gris me sorprendió llorando, para
darme cuenta entonces, que no estaba allá, si no aquí.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, septiembre 8/13
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