jueves, 1 de agosto de 2013

PUEDO [141]

Era para un concurso, donde iniciamos el escrito, a partir de ese pedacito de poema al principio... pero me dio pereza, entonces lo dejo aquí para mis amix xd pssssssss obvio!!  Un poco largo, porque exigen de 500 a mil palabras 



Soneto de Fidelidad de Vinícius de Moraes: 
“Puedo decirme del amor (que tuve): 
que no sea inmortal puesto que es llama, 
pero que sea infinito mientras dure.”



PUEDO [141]

Puedo recordar tu mirada,

ese ayer que me sostuvo
pero navegando sola en la rivera

me has dejado.

Seguir amando a través del tiempo,
descubrir que nada soy sin el amor
y que eras tú mi sueño desde siempre,
donde mi anhelo era estar contigo.


Puedo esperar a mañana
un sol naciente,

una primavera donde estés,
y seas tornasolado colibrí de verdes alas
o gorrión anidando cerca de mi ventana.

Eres la piel que deseo sobre la mía
una encendida lámpara en mis pestañas.
Flamea tu corazón al vaivén de la brisa,
¡que nos encuentre a solas la noche
para bendecir el prodigio

de tus labios en los míos!

¡Si, puedo!,

puedo todo, pero contigo…
Anhelo volar a balcón para amarte
si estás dormido, y yo,

con los ojos cerrados,
abrir mis brazos y tomarme toda,

imaginando que mi cuerpo es el tuyo
y que tu lirio amoroso está dentro de mí.

Volará el tiempo,

mi árbol de pequeñas ramas busca un otoño
te contaré, que ahora todo en mi vida se volvió deshoje…
Marcharon tristes las primaveras,

tan veloces que enmudezco,
me dejaron viendo a mi espejo quebrado
las sendas de párpados marcados
que parecen resecos pantanales ante el sol.

Y busco en el diccionario grandes letras
pero me antojé de las mías para hablarte
desde el fondo de mi alma,

para decirte repetido con los huracanes
que eres mi deseo continuo,

mi perversidad entre la zozobra y mi calma,
aguas de un lago,
donde la desnudez del cielo se copie
y nuestros cuerpos se descansen en un abrazo. 

¿Cómo he de olvidar

que ante un ocaso te juré mi amor?
¿Recuerdas las estaciones de nuestra vida?
Apresurados los dos, corriendo por las montañas
esperando un poco de estrellas, para besarnos a escondidas,
y tus manos tibias entrar bajo mi falda…

El sonrojo de mi rostro, como una manzana madura,
y tú, mi muchacho, mi caballo brioso con todas tus energías
tu brillantez, cual diamante oculto entre las rocas
con toda esa luz que no podíamos ocultar,

luciérnaga solitaria
susurrando versos de amor entre las hojas.

¿Soñabas los mismos sueños míos?
¡Qué triste conocer del mañana el desencanto!
Arropado entre las marañas de la vida me dejaste,
viendo en soledad  tu atardecer que creí mío.

Amor que entre la soledad me encuentra
con mi cabellera como luna pálida hilvanada de plata.

Esos pequeños hilos de seda tan escasos,
pezones perdidos sin ser amados
y éste cuerpo que ayer era de guitarra

ahora, pequeño acordeón,
encogido sobre una silla.

Pero mi amor no palidece…
Se tornan las estrellas blancas y brillantes
así es mi rostro,
luna en eternos días mustios y apagados,
paseándose por entre las escarpadas rocas
buscando enloquecida un sol para su alivio,
pero el veterano astro temprano marcha
y nunca será encontrado...

Así el tiempo pasa y no puedo olvidarte,
predecir el tiempo es una mentira
me ha engañado,

es un traicionero que me ha robado tu amor,
se ha quedado con mi diamante feliz.
Astro dorado que amanece entre los cerros
y marcha veloz, persiguiendo otras estrellas
en otros sueños… ¡más no en los míos!

Mundo extraño que me hace padecer sin ti
bajo la sombra de mi casa pequeña.
¡Si vieras las palomas anidando!
Entre besos y consuelos las veo envejecer como yo,
sus picos enredados como mi mala suerte,
pero al rato te recuerdo, y no has muerto…

Se ha quedado tu eterna huella,
la mariposa azul encantada pasa
por éste imaginario jardín de mis recuerdos;
es tu figura lo que veo, tomada de una flor,
abrazada de una orquídea…

¡Acércate a mi ventana cielo mío!
Deja un leve aleteo de tus alas
para saber que también me amas.


Dejaré de soñar como una loca vieja
bruja en escoba de seda
guardada en un cofre de cristal /el de mis ojos.

Te quedarás cuando mis párpados estén fríos
guardando dos cristales congelados.

Mis manos estarán abiertas a esperarte
en otro mundo lejano,

donde sigas siendo el mismo de ayer,
el muchacho de perlas negras
que se quedó por siempre en el nicho de mi alma
y que al recordarlo, un manantial amanece,


para desvanecer como una pequeña quebrada
sobre mi vieja falda. 


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, julio 30/13

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