CAMPESINOS DE COLOMBIA [12]
El día fue para ellos, quienes proveen nuestro
alimento diario, madrugan con el sol, se curten la piel y se rajan los dedos,
pero lo hacen con una sonrisa en los labios y una carranga en el corazón.
Mis niños atropellados y abusados, mañana será otro día de lucha...
muchos tal vez hayan marchado, les tocó ser las ovejas, para que se apaciente
el lobo.
Mis amores de tristes miradas, sin esperanza, atribulados y reunidos en medio
de una inmensa olla de agua de panela caliente, ¡no estén tristes!, el dolor que pareciera ser
eterno, en algún momento pasará, así el agua fresca de una quebrada besa los
guijarros al pasar.
La certeza es que Dios existe, no en el corazón de quienes nos abusan a diario,
sino en el alma de la montaña, esos cerros de Colombia que tantas miradas de
ambición tienen, ¡les brillan los ojos por las cascadas, por la madera!, les
brillan por tan hermoso paraíso lleno de flores y aves, que destruirán, para
sacar el corazón a mi madre y las esmeraldas de sus ojos, y tantos minerales,
para dejar sólo huecos que serán las tumbas del mañana.
Pero nadie se irá de aquí sin pagar por sus fechorías, hasta último momento la
conciencia atacará, y será ella quien los condenará a ese infierno creado por
ellos mismos, en alguna caverna oscura en su propia misteriosa existencia, tan
improductiva en amor, que no fue semilla para el paraíso, ni abono para la
tierra.
Alabanzas a Dios, me parece escucharlos, viví
muchos años sus historias de terror y dolor, conozco de cerca su problemática,
pero desde mi cocina sólo puedo orar, bendecir y procurar no gastar mi dinero
en tonterías para llenar mi casa de vanidades, pero sí comprar de sus cosechas,
que germinan cual gotas de rocío desde sus ojos heridos.
Que el Dios de la vida voltee su rostro y conmueva esos duros y arrogantes
corazones, en tanto cada uno de nosotros nos comprometemos a ser partícipes en
sus luchas, que parecieran no tener fin.
El limonar estará lleno de azahares, ¡mañana!...
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, agosto/13
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