PALMERAS
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Me
gusta escribir a las palmeras
y
ésta se quiere adueñar del sol,
se
ha levantado como diosa:
Fuerte
y soberbia.
Detalla
desde allí lo que no podemos ver
y
entre susurro de hojas ocres y verdes
regala
primorosos premios y dulce cobijo
al
caminante que va de paso
y
se quiere entretener.
Cerca
de la flecha de Anderson
donde
su rostro el piso duro conoció,
allá,
donde todo se tornó violeta:
Dos
palmeras vieron,
la
una erguida como una niña
y
la otra a punto de caer.
El
zapatero se descuidó un segundo,
sus
manos pudieron ayudar.
Mi
muchacho de ojos tristes
se
fue descalzo entre luces de un ocaso
que
nunca retornará.
Raquel
Rueda Bohórquez
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