viernes, 19 de julio de 2013

MIS FLORES [97]

MIS FLORES [97]

Regresé a buscar mis flores, pero ellas estaban ocultas entre un gran follaje. El verde era el ganador de la batalla, el azul le rendía tributos a la tierra, en medio de compases de lluvia y silencios de lagunas claras.

Escuché a los mirlos, se repetían el mismo verso siempre, y ella respondía con mágica dulzura, componiendo rosarios entre los nidos, que poco a poco tenían alas y entre ellas volaban, y a través de ellas descubrían el universo ante sus ojos.

Recordé a Hilda, a mis tías... A todas las que recogieron abundancias de colores, en medio de cánticos y olores a hierbabuena, y otras que perdieron la razón de ser en éste mundo, porque un látigo, una pena, el hambre acostumbrada en nuestros cuerpos nos hacía reventar en llanto y componer versos de aguardiente, entre los endurecidos muros de cemento de las ciudades.

Busqué mis flores rojas, pero se volvieron violetas, corrí por un camino de piedra a buscar aquéllas mínimas orquídeas de colores, un ropaje blanco se extendía, semejaban muertos azahares bajo la lluvia.

¡Qué triste estoy!...

Han de estar felices, lo sé... /repite Dora María cada instante con su don de vidente. Ella dice que todos están en otra casa, inmensa y clara, con jardines húmedos donde nunca falta el riego y las mariposas nunca mueren, ni preparan cárceles.

El depredador es amigo de todos y se nutre de frutas frescas que caen de frondosos árboles.

Y cuando abandono el recinto de mis letras, un olor inconfundible: ¡Mis flores!... su aliento tocándome, parezco un piano, la voz brota de ese muerto instrumento, pero  se hace vivo ante los dedos del poeta, y entonces, sé que nunca morirán, estarán aquí, hasta que ese final hálito de vida me acompañe.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, julio 19/13 

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