jueves, 4 de julio de 2013

IMAGINÉ [163]

IMAGINÉ [163]

Imaginé que me confundía con las amapolas,
que al paso de una suave y helada corriente,
los rayos del sol tenían vida, magia,  fantasía.

Sentí que era parte de un paisaje en donde no estabas,
que volaba mi alma de águila triste y ausente,
pero mis gritos se estrellaron contra las rocas,
para regresar al navío de la vida, dispuesto para ti.

Me perdí una vez más en mis pensamientos
siendo una ola desnuda y clara.
Ahora Soy un navegante sin rumbo,
me dejé guiar por el brillo de mis sentimientos,
corrí siendo una gacela, tras tu figura,
mi estampa amada mi niño pequeño
mojando sus alas en la rivera.

Di la vuelta al destino,
vi  la suerte y te encontré
entre amarillos y rojos colores.
Entre blancos y verdes
sólo para ti me doblé.

Los girasoles de la vida
volteaban de nuevo al sol,
para en el atardecer,
bajar el rostro ante lo apacible de la noche.

Caminé de tu mano,
sentí la tibieza de tu corazón;
palpitaron dos palomas en invierno,
ante un frío añejo, ese frío viejo de la vida
de la paja húmeda y vencida
y nos encontramos entre picos y lenguas húmedas,
abrazados al fin, adheridos al bosque de luciérnagas,
aferrados de la noche con su luna y sus estrellas…

Un camino señalado eran tus manos,
cambié la ruta y estabas ahí conmigo.

Luces van y vienen
en una discoteca de soles alegres,
para verme en tu universo
como parte de un todo.

Tomé las flores blancas para mi vieja,
y corrí de nuevo.

Era blanco mi cabello de aurora,
pero en ese futuro estabas,
eras todo plumas, blancas plumas,
nieve dulce sobre la copa de un árbol.

Sentí  alivio al abrir los ojos,
y saber que los sueños existen,
que el cerebro es una máquina que los ilumina
para convertirlos en verdad ante una lápida.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, julio 4/13  

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