EN
TU MIRADA [160]
Juana,
Isabel, Sonia, ¿importa acaso un nombre?
Pasó
mi buena suerte,
sorteando un número mágico por aquí.
sorteando un número mágico por aquí.
El
tiempo me señaló
con gajos blancos en la cabellera
con gajos blancos en la cabellera
y
sendas resquebrajadas,
por
donde habitó mi esencia.
Me
colgué de una pared buscando un ave
pero ella estaba más prisionera que yo.
Me
dirigí al huerto a plantar cebollas rojas y blancas
pero
alguien dijo que no era mío el terreno,
invadiendo
mi herencia.
Mi
juventud estuvo llena de quebrantos, ¡pero no importa!,
pasó
mi tiempo de soñar,
ahora me descubro en una sombra...
ahora me descubro en una sombra...
Se parece a mis quimeras,
adornadas de la humedad de tus ojos,
pero
creo que no,
¡es sólo una luz de luciérnaga que pasaba por ahí!
¡es sólo una luz de luciérnaga que pasaba por ahí!
Parece extraño que permanezcan tan lúcidos como ayer.
¿Será
que son el alma,
y en su cofre se resguarda hasta partir?
y en su cofre se resguarda hasta partir?
Ya
no tejo calcetines rosa, ni azules,
aunque me gustaban amarillos
aunque me gustaban amarillos
cual
girasoles sembrados en mis fantasías,
que se blanquearon,
que se blanquearon,
agacharon
el rostro sin entregar semilla,
ni ser flor en otro espacio,
ni ser flor en otro espacio,
ni
esperanza para una cosecha.
Una
lisonja tal vez provoque mi oscuridad...
Me
incita a regalarte un abrazo fuerte,
dan
ganas de proclamarte mujer,
como la maravilla del mundo
como la maravilla del mundo
dentro
de un ataúd acerado,
transformado en el diamante
más puro y brillante.
más puro y brillante.
Tu
talle es de luceros en el atardecer,
mirada
de niña triste en espera de un biberón de agua.
Tus
manos... ¡oh niña!... ¡tus manos preciosas!
Ellas
fueron el motivo mayor de la existencia.
Aún vencidas acarician tu traje arrugado,
Aún vencidas acarician tu traje arrugado,
se
abrazan a tu sombra oscura,
y penetro en tu mirada,
y penetro en tu mirada,
soy la compañera que observa el mismo sol,
el mismo lucero viajero,
la
misma luna a la que le cantamos nuestras penas.
Te
pareces a la tierra sin arar,
a un
ángel que se cubre de melancolía...
Pídele
a tu guardián negro que te rescate,
porque
los blancos te hicieron diamante de sangre
antes
de vivir...
Cierra
los ojos, verás que todo será olvidado,
empieza
a contar estrellas... así... suavemente...
Una
a una serán tuyas, ¡si no despiertas!
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
julio 6/13
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