EL
RESPLANDOR [90]
La
belleza no se puede describir con palabras, lo de afuera es como el brillo de
un diamante, pero es de su interior de donde brota esa luminosidad que la hace
ser, lo que muestra al exterior.
El
resplandor de una persona está en sus buenas acciones, es su real belleza,
porque finalmente, lo que vemos como bello, es un traje que sirve de cofre a lo
invisible, y es aquello que no podemos ver, lo que nos permite soñar que
existimos al respirar, pues sin aire no
somos ni belleza ni fealdad, ni hoja seca que se pierde entre las aguas de un
lodazal.
Nos
engañamos en la belleza de una flor, pero su magia no está en lo que podemos
ver, sino en lo que no es visible, su perfume, el alma que se esparce
suavemente, hasta desaparecer.
Vivimos
gracias al aire, a la brisa fresca que nos besa y acaricia, pero no es la brisa en sí es la magia que la convierte en hálito de vida que
alienta nuestros pulmones, y que impulsa la maquinaria de nuestro ser, para que
exista y palpite, y el milagro de lo invisible es lo que nos permite creer en
Dios, ese sentir es el alma misma convertida en aliento, pues sabemos que está
ahí, pero no la podemos ver ni tocar, pero su magia es infinita, es sonido y
cantar bajo la lluvia, es intensidad, fuerza, luminosidad de rayo sobre las
montañas y gemido fuerte de las olas que danzan hasta morir felices en la
playa, para repetirse una y mil veces en el mismo sueño…
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
julio 18/13
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