martes, 30 de julio de 2013

DESCIFRANDO [2]

DESCIFRANDO/A Miriam Rueda [2]

En aquel ruido del glaciar
entre los quehaceres que la enmudecían,
estaban los ojos de mi hermana mayor,
Myriam, la coqueta de rubios cabellos
tejiendo y enredando cometas
a un amor que marchó, 
y a otro que  la descubrió
escondido tras la puerta.

Pero el destino la dejó viuda temprano,
nunca quiso confiar ni buscar otro amor,
prisionera quedó en los ojos de mi madre
quien siempre con un amor filial la miró.

Silenciosa, callada, triste…
Entre la cocina y el tropiezo del día a día,
pequeña abeja en su panal,
la veo a veces llorar, y otras, con su tímida sonrisa
tomar su barca, que pareciera  zozobrar.

Torna la mirada hacia mi alar
paloma que entre todas las virtudes, posee la de servir,
y con mucha timidez agacha la cabeza,
no sabe revirar y acepta de buen agrado
la mágica voluntad de ese amante destino,
que cubre de palidez su rostro
musitando en mortal silencio una oración.

La veo llegar,
no sé si me sonríe o está a punto de llorar;
despacioso andar que a sus años la embellecen,
porque ella es como una perla azul,
escondida en el mar.

Tan poco agradecidos ante su bondad
la vemos pasar cojeando un poco,
del almacén a su hogar,
a veces sin un beso se despiden,
¡y eso que es mi hermana mayor!

Y regresa, se renuevan los días en la nueva esquina.
Allí, con asombro descubro cada día
bellas flores de cactus –con mi gajo pendiente-,
el reverdecer de un resedal que tiene su olor
invitando a pequeñas aves a tomar de sus gajos,
diminutas semillas que vienen y van con la brisa
entre aromas a frutos frescos de durazno,
que desde su árbol, 
disfrazan diminutas flores
cual si fueran de  azahar.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, julio 30/13    
Publicado por  Raquel     en  17:59  






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