SEMBRADORES/Pablo
Neruda [26]
Poeta
sembrador:
donde
tu voz se hizo templo
hoy
el desierto son arenales
sembrados
de miseria.
Se
derribaron los viejos y no hay reemplazo;
se
revienta a nuestra madre, y no hay cantores como tú.
Vicio,
sevicia, el hedor a sangre fresca,
eso
es lo que alimenta la tierra
desde
que partiste.
También
vine a cantar, pero estoy llorando…
También
vine a vivir, pero cada día muero.
El
campesino errante, castigado, lleva su carga;
una
bolsa de lona es el cofre de sus tesoros /sus viejos harapos,
la
foto de quinceañera de la niña, una taza para el camino
las
viejas alpargatas…
Su
alma tiene la rabia del maltratado
y
mañana una revolución de mentes nuevas
levantarán
sus manos llagadas.
Aquí
estoy, trino como el canario prisionero,
la
voz del cantor marchó contigo,
cualquier
tarde.
Los
males del mundo se acrecientan
como
de los madrigales, Neruda, el poeta,
el
hidalgo de voz apacible y cansada
donde
la tristeza anidó en su comarca,
y
se quedó viendo hacia las nubes blancas
cubierto
de una bandera ausente,
y
sus obras,
parecen
los cerros de mi patria,
encendidas…
Y
del fuego, las cenizas han quedado…
Tus
palabras de profeta, tus letras mágicas,
cual
una pequeña quebrada que se convirtió en río,
como
la voz de una niña después de ultrajada.
Ya,
¡silencio!...
Siembro
de lo poco,
pueda
ser que las semillas germinen.
El
hombre se adueña de todo, hasta del trigo,
de
la bondad de crecer en tierra fértil.
Quieren
ser dueños del cielo y de las estrellas,
se
quedan con el mar y sus peces.
De
nuestra voz y pensamientos nos hacen prisioneros,
nada
podemos hablar, hemos de cuidarnos
como
cuida el tiempo, tus versos tristes de amor,
y
guarda el tiple una voz, para cantarla contigo,
donde
una estrella pasajera nos ilumine el camino.
Yo
también vine a cantar poeta,
¡pero
estoy llorando!...
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
junio 23/13
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