OJOS DORADOS [111]
Sobre la cuesta con mis revueltas crines,
quise de la montaña escalar más alto.
Nubes viajeras de trajes azulados, cargaban mis
sueños,
y en los cerros, la voz del águila pedía a
gritos mis besos.
¡Qué loca y vana carrera!...
Pareciera arrastrar de mis pies las heridas.
Entre las sombras de la polvareda, el tiempo
queda.
Sobre los anillos del sol, el aura de un
mañana nuevo.
Entre las flores de la enredadera de pequeñas
flores
descifrando versos y mieles, el colibrí se
amaña.
Aprisa como una loca voy, pero diviso la
cuesta.
Temo desbocarme, a veces lo hago,
en mi carrera me sostiene una mano
providencia me abraza.
De nuevo, viendo al horizonte, busco sus
dorados ojos
que tejen sobre un inmenso árbol con lágrimas
del sauce,
un gran nido, donde quedarán perlas azules
para convertirse en dobles viajeros sin
pensamiento,
que surcarán el cielo prometido, en sus
mañanas,
al antojo del viento.
Sigo bordando pequeñas letras con malos
acentos…
Continúo la carrera de entretejer enredaderas
en las ramas.
Entre el junco de verdes inmortales, un toche
laborioso,
sobre los almendros, en las vencidas hojas,
una guacamaya,
y el iris emplumado inicia la rochela
para llenar el bosque de vida.
Continúo la carrera, voy en picada,
tienen mis ojos el brillo de los amaneceres,
mis labios, el sabor de los tuyos…
Mi corazón el sonido de la lluvia sobre las
rocas.
Danzo, corro, palpito con vida nueva
viendo sus dorados ojos aparecer con sus alas
abiertas
persiguiendo mi sombra.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, junio 11/13
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