MI
DÍA 25 JUNIO/13 (14)
Estaba
la paloma vestida de amarillo, me
abrazaba mucho, a la vez que sonreía y me animaba a continuar, parecía decir
que estuviera tranquila, que todo se arreglaría en nuestra vida, pero en medio
de esto había dos serpientes que identifiqué claramente como mamba negra, ¡es
raro!, ellas son cobrizas, pero aquí eran de color negro. Al abrir su enorme
boca, por dentro eran negras también, amenazantes, como si quisieran lanzarse
sobre mí, tenía mucho miedo.
El
sol me hizo abrir los ojos, escogí mi alcoba en la sala, que transformé, pues
no tengo muebles de sala y ese espacio lo necesitaba, ahí estaba la enorme ventana. Alguna vez ésta
pequeña pieza fue un almacén, venta de productos para aves y mascotas, después
dulce que se los comían todos mis hijos y salían disimulados de allá con la
boca inflada de masmelos, hasta que un día me pillé a Carolina, que era quien
más peleaba: ¡Mami, mi papá se come los dulces, y Verónica!, /a Kevin nunca le
han gustado y me agrada, a veces peleaba, pero en el fondo sabía que los había
comprado para ellos, hasta que un día una sombra extraña en el almacén, entré,
salí… /de nuevo la sombra en un rincón, y descubrí a la gordita con la boca
llena, no pudimos contener la risa. Tomé
los tanquecitos con los dulces y se acabó el negocio, no le fui más a eso,
además, ya había entrado una vieja mañosa y me había robado, me estaba
exponiendo mucho a los ladrones con billetes falsos y sus acosos a robarse las
cosas, acabé la venta de concentrados, pues me compraban cuando no encontraban en
otra parte y estaban viniendo en la noche, cuando estaba acostada, por una libra, creo que me
esclavicé por gusto, pero me desenredé también por lo mismo.
Recordé
a mi padre, nos gritaba en las mañanas golpeando a las puertas. Con nosotras
era más dulce, pero con los hombres era su vozarrón más fuerte que de
costumbre: ¡a ver… a levantarse que se les está metiendo el sol por el culo!...
¡como machos arrechos a ver qué hacen por la vida!
En
su rostro estaba siempre esa sonrisa bonachona, deseando que todos estuviésemos
ahí en la mesa reunidos con él, las mujeres en los quehaceres del hogar, leer,
escribir, bordar, cocinar, los hombres eran siempre los más bagazos que no
hacían mucho, pero también tenían participación, pero Dorita de alcahuete,
terminaba haciendo el trabajo de ellos.
Hoy
recordé esas palabras en medio de una sonrisa, pero a la vez una angustia, y
regresó mi sueño con serpientes; nunca me ha gustado, son muy recurrentes, pero
el de anoche donde estuve con la abuelita Eduarda, menuda y hermosa, abrazadas
como cuando era una niña, protegiéndome como alguna vez cuando jugaba a la
ouija, un juego peligroso para quien no sabe y quien se comunicó conmigo, para
que le prometiera que nunca jugaría más a eso, ahí estaba mi abuelita
advirtiendo de un peligro nuevo, pero también, que estaría presente para que
nada me sucediera.
Unos
golpes insistentes en la puerta del segundo piso, timbre, golpes, gritos,
nosotras calladas pues tenemos miedo, en Barranquilla todos estamos asustados,
ahora extorsionan en algunos barrios según nos hemos enterado, miran fachadas y
empiezan a pedir vacuna, están asesinando a las chanceras, a los conductores de
bus, y nos sentimos acorralados por una plaga peligrosa y creciente cada día.
Ayer
llegó un tipo con una tarjeta de una droguería, y traía unos papeles tipo
encuesta, pidiendo datos, después
empiezan a llamar con tu nombre, y bueno, hay mucho ingenuo, en casa de un
familiar, la chica que ayuda, casi cae en la trampa.
Dicen
una sarta de mentiras, de secuestros ficticios, y con nombres de los dueños de
la casa dicen que abra el closet, que
saque las joyas etc. etc. y que ellos estarán en x dirección esperando por eso.
¡Casi cae!… faltó un pelo, pero alcanzó a pedir a la vecina que llamara a la
familiar, quien le respondió: ¿Cómo así, a quién han secuestrado, si él está
aquí conmigo?
La
mujer seguía tocando tan fuerte, que al fin me tocó levantarme, era una mujer muy alta, delgada, con un pantalón
muy corto, se veían sus nalgas bien formadas, sus piernas de garza; advertí que
era ropa fina, una camisa negra y short azul, y esa mirada que me hizo parar
los pelos.
Después
observaba hacia adentro de la casa mientras hablaba y me pedía ropa, con una
historia de la niña quemada que no le dejé terminar.
Buscamos
ropa y le dimos, al verla irse, llevaba una sonrisa, mientras miraba hacia la
esquina, donde tal vez alguien la esperaba.
Tal
vez imaginó que abriría la puerta para entregarle la ropa, pero le di la bolsa
y por la reja la llené.
¡Tengo
miedo!... Muchas veces estoy sola en casa, asustada por todo, hay pánico, ya
conté que la chica que vive en el segundo piso casi lanza a la bebé desde allá,
porque estaba muy asustada, se acostó como todo el mundo, esperando que algo sucediera
mientras dormimos y la pesadilla estaba ahí, imaginando un loco, un degenerado,
un asesino sobre ella.
La
chica era muy negra, morena y alta, y la relacioné con la mamba negra del
sueño, la otra, es la persona que la esperaba.
Esa
mirada fría y directa me hizo erizar, como a la actriz Amparo Grisales, no es
mentira, ¡tenemos mucho miedo!
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
junio 25/13
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