EL
LINCE [37]
Lo
sabía, esos cachos en las orejas me lo dijeron,
esa
boca que no es de gato pardo, /ni de tigre de bengala,
esas
garras que no son de fiera
ni
de un depredador como el hombre,
me
hablaron de un gato diferente a otros:
el
lince.
Y
en sus ojos dorados penetran los cerros,
su
ligereza lo hace volar y trepar por los robles,
se
esconde, también tiene miedo de alguien
que
con un rifle apunta y con una espada hiere.
Sabe
jugar como un niño pequeño
y
cuando tiene hambre,
/de
esas hambres que él no comprende,
divisa
el estero, huele la carne,
y
empieza la danza por la vida,
mientras
sus filos se convierten en dagas
y
de púrpura se adornan las montañas.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
junio 22/13
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