DE
PLAYA [123]
¿Creíste
que moriría sin tu amor?
Cada
día presenta un azul diferente,
un
paisaje divino que me llena de tibieza.
La
serenata incansable del mar,
sus
lágrimas que se enredan con la playa,
y las
gaviotas que se alejan con su cantar.
Una
suave brisa de la tarde
acompañada
de cariños y dulzuras.
Sentí
que todo lo malo queda en el pasado;
desapareció
entre las olas el dolor
y
sanaron viejas heridas.
No
he muerto,
estoy
más viva y feliz que ayer.
Una
carga de mentiras cayó
dejando
liviana la mochila.
Ahora
camino descalza y mansa
detallando
lo que ayer tenía olvidado
por
andar perdiendo el tiempo
con tu hipocresía.
Las
caracolas parecen correr con sus casitas brillantes,
unos
pies descalzos anuncian al ermitaño
que
despojado de penas,
se
adueña de un vacío lecho,
protegiendo
su alegre figura.
El
ocaso estuvo ahí,
pero un sol que no quemaba
en
su despedida regaló cambiantes colores, luces navideñas.
Perlas
de mar brotaban de las rocas,
y
la espuma danzante,
fue viajera sin rumbo,
atrapada en los ojos,
una y otra vez.
Niñas
locas parecen las olas,
pero
las de hoy en su apacible viaje
besaron
la desnudez de los cuerpos
que
se abocaron a su amor sin desperdicio.
Es
hora de marchar a repetir los días,
mañana
es seguro que regresaré.
El
mar es mi destino,
sus
azules aguas me enamoran.
Mi
amante se vistió de traje de colores
escondiéndose
aprisa tras las nubes,
y
la primera estrella empezó a brillar.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
junio 9/13
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