SI
LA LLUVIA [65]
Cuando
la lluvia,
la
puerta abierta,
entre
rojizas aguas
bajaban
desbordantes luceros.
Qué
rico el baño,
desnudos
en sus heladas aguas
y
el viejo, escopeta en mano
por
si algún aguilero.
Es
que mi viejo tenía esa maña
que
por creerme santa,
se
la quería ocultar…
En
un cajón de madera
donde
las abejas todavía eran mansas,
pequeñas
aves de tonos amarillos,
sus
amadas niñas abejas,
solían
robar.
¡Los
hifueputas aguileros! /gritaba el viejo
y
levantaba con ánimo su escopeta,
que
algunas veces
se
enredó entre mis manos,
con
tal enojo,
que
de a poco, el cucho,
dejó
tan mala maña.
¡Dejen
la bulla hijos!...
Si
al patio van
no
abran las naranjas,
pues
su ácido las enoja.
No
griten…. ¡shhhhh!
No
huelan maluco,
porque
ellas aman
los
brotes de azahares
y
los perfumes
de
las más hermosas flores.
Y
así pasaba el tiempo,
mi
viejo bajo la lluvia,
un
traje de gladiador
con
pequeñas mallas,
y
entre las manos
chorros
de oro puro,
en
nuestra boca pedazos,
trozos
gigantes de panal.
Y
en sus ojos…
¡Santo
Dios, en sus ojos
ese
brillo inmenso,
que
hacía del alma
manantiales
brotar!
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
julio 17/13
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