A
TU PUERTA [121]
¡Tantas
veces ahuyentado
cual
perro de tu puerta,
con tus ojos enmarañados
en
mi rostro!
Aquí
hay suciedad acumulada,
putrefacto
mundo que guarda el olor de mis paredes,
corroídas
paredes que consumo de a poco.
¡Detente!...
no lleves tanta prisa, mira mis manos,
se
cansaron de recorrer caminos, de buscar trabajo,
me
ausenté del mundo entre hierbas oscurecidas por el sol
¿y
ahora, dices que una escoria soy?
¡Deja
la prisa!
Descansa
un poco cerca de mi rincón,
mi
perro vagabundo como yo
lame
mis heridas y me acompaña,
nuestro
caminar no tiene puerto ni bahía,
se
pierde en las canecas con mis poemas,
en
donde consumo un poco de tus desperdicios.
Ni
orar quiero,
me
cansé de doblar las rodillas
por
miedo a herirles más.
Regálame
uno de tus trajes,
pero
no los que se parezcan a mí,
dame
uno nuevo, para que digan que soy un hombre,
una
corbata para que no rían los que pasan
y
no dejan ni siquiera una huella
de
su tan mentado ser humano, por aquí.
Dame
un maletín para cargar mis harapos desteñidos,
y
por favor… ¡regálame una mirada!...
Observa
que caminé tus mismos pasos apresurados.
Ahora,
no sé hacia donde correr...
Cuando
a tu puerta llame,
no
me mires con desprecio.
Muchos
ricos siguen mis pasos,
la vanidad se pierde con el hambre y los harapos viejos.
Mi
dignidad es la sombra que me persigue,
nadie
quiere mi olor a mugre, a viejo de dientes podridos,
ni
el huerto donde descanso con mis inmundicias,
ni
éste olor que sabe a pobreza de corazones
donde
mi vida es la sombra de un cóndor,
pasando
sobre un pálido cielo que no alcanzo a ver.
Si
no me vas a dar nada, no te rías ni te burles,
tendré
que ir a tocar a otra puerta,
pero
ésta vez, me vestiré de mujer.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
junio 9/13
No hay comentarios:
Publicar un comentario