jueves, 30 de mayo de 2013

HABLANDO CON DIOS [11]

HABLANDO CON DIOS [11]


Buscando la manera de hablar con Dios, leí la Biblia y me cansé, me aburrieron los pastores apostados desde el amanecer en mi puerta, las oraciones repetidas una y mil veces, entonces busqué el silencio.


Me arrodillé, no me doblé ni me azoté. En vez de agachar el rostro lo levanté y vi cómo las nubes corrían, jugaban, parecían pequeñas niñas.  

Era tal la magia, que de caballos blancos y negros, empecé a descubrir ovejas tan níveas y mansas, que me pareció ver que seguían en grupo, una tras otra, hacia el mismo fin.

Pero no lo encontraba, un poco de tristeza se advirtió en mi rostro, pues quería ver su figura, sus ojos como llamas vivas viendo a los míos, ya que me creía tan santa y rezandera, que imaginaba que tenía el cielo ganado, porque no había matado a nadie, pero no, el cielo lo tienen ganado mis ángeles, los que extienden sus alas y vuelan, mis muchachos de las praderas que corren por su vida cada segundo, yo tenía que purgar mis pecados aquí, viendo la magnífica obra de Dios, y dándome cuenta que era responsable también de su destrucción.

Decidí que detallaría las ramas de un árbol, lo magnífico que se levantó siendo tan solo una pequeña semilla. 

¿Qué prodigio haría que su fuerte tronco, fuera hoy, el cobijo de muchas aves pasajeras, y que sus frutos dieran alimento a otros tantos?

Admiré un camino de hormigas tan diminutas, que corrían presurosas con su carga, sabían el camino exacto, no se perdían, y a una señal, todas continuaban, tenían una hermosa misión en la vida, la cumplían a cabalidad, ¡tienen vida!... ¡tienen corazón, tienen alma!, estoy segura que también poseen sentimientos, porque si advierto a una herida, todas se afanan, la toman y le ayudan a levantarse.

¡Dios!... Dios... te busco cada día y no te encuentro; camino y camino, o me siento aquí a escribir locas letras y no sé si estás, entonces busco música, tal vez en la música te halle, o ella me ayude a verte, si detallo bien hacia las nubes, pero en un segundo un aguacero, al momento el sol maravilloso, tibio, como si fuera el corazón de Dios, pero no te veo, estoy ciega, creo que tal vez ahí tampoco te hallaré, porque no veo la luz que ilumina mi penumbra.

Decido caminar con mi madre y en un momento levantamos el rostro, pasa una linda flor voladora de suaves colores y nos preguntamos: ¿qué la impulsa a volar de esa manera tan linda?, parece un juguete creado por alguien, para nosotros, pero una honda le hace caer, y sigo buscando a Dios, mientras mi madre toma su rosario.

¡Mira!... quedamos silenciosas...
Recuerdo de ese día un arco iris inmenso cruzando el Río Magdalena... ¡ahí está Dios!... no en el arco iris, no... está en ti... en mí, en las aves que pasan por tu lado y muchas veces olvidas que también tienen hambre, en el árbol que empieza a florecer a pesar de ser verano... 

Dios es todo lo que existe.  Él no tiene iglesia, su iglesia es tu corazón, su mansión es tu alma...

Desde allí dejé de rezar tanto y repetir lo que otros repiten como loro borracho, recordé el verde de los ojos de mi princesa, también que Dios está cerca, tan cerca de mí, que si me abrazo, estoy segura de que lo abrazaré a Él.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 30/13

No hay comentarios:

Publicar un comentario