EL GALLO DE PEDRO (106)
La historia del Gallo de Pedro, se está contando
por partes. Ayer trajo unos pollitos, unas lindas hembras para que lo
acompañen, pues una rata se ha comido a sus hijos, pero él como todo un macho de espuelas finas, mató a
la rata que los devoraba, de nuevo otro depredador hizo fiestas y mató a
los niños que trajo para reemplazarlos, pero como buen gallo que es, no se
amilana ni se acobarda, subió hasta la copa del árbol y empezó a cantar
agradecido, a ese Dios que dejó en su garganta un arpa, para que alegrara
las madrugadas de los flojos, y los invitara a ver nacer el sol entre nubes coloradas.
Un pequeño patio es su morada, allí tiene todo lo
que desea, el amor de sus dueños que no los quieren para devorarlos, sino que
les permiten un espacio para alegrarse ante sus historias de amor, tan bellas y
sencillas.
Estuvo enamorando a la princesa, la madre de sus
primeros hijos, pero ella no deseaba contentillos de nada, que sus pisadas las
dejara en otro lado, pues ahora ella tenía una razón más bella, que la
invitaban a buscar entre los arenales, un trozo de contento para sus crías.
¡Ven acá mi niño!, decía la gallina; y el gallo
alborotado, con ganas de más pollitas, pisaba cuanta roca en el camino, hasta
que decidió Pedro, cambiar su destino.
Una polla colorada de cuello desnudo, y dos niñas más
pequeñas, serán su compañía, y el harem de Mustafà Gallo, se agranda cada día.
¡Quién fuera tan feliz como ellos!, tan preciosos
adornando el gallinero, tan lindos dando ejemplo del amor verdadero, y ellas, dulces y pacientes con sus crías.
¡Ahí va el gallo de Pedro!, no se cambia por nada
ni por nadie, empieza a cantar desde antes del amanecer, y cantando al fin, se duerme.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 14/13
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