SOY
UN ÁGUILA [83]
No
hay frío si estás conmigo,
si
tu música llena mi estancia,
si
está la esperanza de tu amor.
No
existe la soledad si puedo verte
a
través de la brisa,
de
esa blanca sombra,
que
parece al infinito volar.
No
estoy sola
si
te presiento cada segundo a mi lado.
En
los ojos de mis niños al despegar,
al
reír, al
llorar…
Si
puedo sentir dolor y felicidad
y
mis alas extendidas
vienen y van.
vienen y van.
Soy
el águila soñadora,
tus
bosques infinitos son mi anhelo.
La
cúspide del cielo
en donde brotan naranjales
en donde brotan naranjales
y
es mía tu noche,
tus
azules terciopelos,
los
pétalos de las flores
que
puedo detallar como un milagro.
No
estoy sola…
Te
veo bajar desde los cerros,
un
traje de seda parece cantar
y
entre las rocas se esconde
desapareciendo
cual serpiente,
besando
flores de arrayán a su paso
y
orquídeas que se antojan de musgos
y
madrigales frescos.
No
estoy triste si puedo imaginarte…
Si
acaso no me abandonas a mi suerte
ni
me dejas en el olvido de la tarde,
como
algo que se toma y se desecha.
Y
chillo,
mi chillido rebota entre las montañas,
mi chillido rebota entre las montañas,
ese
llamado agudo escuchas
y me alejo.
y me alejo.
Dejo
las espinas del alma de lado.
Abre
una flor nueva y muere otra,
y
entre magia y fantasía
continúo el vuelo.
Se
alejan las blancas gaviotas,
buscan
del mar un consuelo,
en sus azules aguas se bañan
cubiertos
de besos de olas
y
tonadas que bajan del cielo.
Cuando
al fin pinta de negro la tarde,
las
bandadas se alejan tras un cayado,
ese
vuelo invencible del amor los sostiene.
Son pequeñas barcas blancas,
que
en vez de nadar vuelan
para
formar una orquesta de amores
que
desde mi cerro advierto
como
un contento de mañana.
¿Que
no existe Dios?...
¿Que
mi barca no tiene quién la guíe?
Pero
abro los ojos y te descubro cielo mío…
Montañas
mías,
estrellas brillantes en el ponto,
estrellas brillantes en el ponto,
y
sé que eres todo,
las
flores, las
miradas…
Ese
bullicio interno en el vientre del mar,
el
grito silencioso de un herido que
no habla como yo,
pero
se desvía aterrado entre lianas de colores
pues
los árboles muertos no resucitan,
pero
el amor permanece
perfumando entre las flores.
perfumando entre las flores.
Hay una herida abierta
donde
se mutila la razón del ser
y
se apagan las luciérnagas
para
volver a iluminar
las
noches más negras.
Mi
amor… ¡mi amor!…
Siempre
tú mi niño grande.
Mis
ojos de trigo:
danzando
con la brisa te advierto,
dejas
un suspiro en mi corazón que me alienta;
descubro
que eres la verdad
y
te persigo.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
abril 17/13
No hay comentarios:
Publicar un comentario