SECRETOS
DE MI MADRE [73]
Mi madre a pesar de la edad, tenía una piel tersa y hermosa, siempre llamaba
la atención de la gente que la veía. A pesar de su edad lucía radiante, parecía
la piel de una niña.
Nunca usó maquillajes, sólo para alguna ocasión y muy leve, tonos suaves, decía que no quería ser esclava sino de Dios.
Nunca usó maquillajes, sólo para alguna ocasión y muy leve, tonos suaves, decía que no quería ser esclava sino de Dios.
Siempre nos enseñaba cómo cuidarnos, caminar, conducirnos por la vida, aunque
al parecer con sus cabritas un tanto necias fue difícil, pero algunas de sus
bellezas copiamos.
Mi perla preciosa, eso era ella, tenía un sencillo secreto para lucir su piel
así, y lo hacía mientras preparaba el almuerzo, con aquéllos blancos granos que
son tan generosos, y llenan la vida de dulzores: EL ARROZ.
Lo lavaba suavemente como orando, y el primer enjuague lo botaba, después lo
dejaba un momento en agua y de nuevo lo hacía, pero ésta agua lechosa la
conservaba aparte.
Al rato dejaba que se decantara y al final: Oro blanco...
Mi madre, un milagro de vida como el blanco arroz de tantos años, así estará
ella, así se fue, blanca y preciosa, y en mi último sueño, que ya conté,
arrodillada sobre la tierra exclamó: ¡¡Qué divinas rosas blancas!!...
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 19/13
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