martes, 9 de abril de 2013

RECUERDOS [116]

RECUERDOS [116]

Sucede hoy en el espacio del gran amigo,
el árbol que se amañó cierta vez conmigo
y  sabía de palabras y secretos;
ahí también divisé algún necio escondido.

Han regresado  los recuerdos,
una enredadera parecía tener alas
frutos jugosos de los que me deleitaba,
y la razón de ver tus ojos siempre
tan negros, que de noche se quedaban.

El arenal donde alguna vez una rosada víbora
y el canto de un pequeño pajarito –eso creía-
pero en realidad una rana devoraba

en tanto tus labios besaba.

¡Qué duro fue!, la muerte es una elegía
el dolor te atrapa y te roba todo
quedando la esperanza
de un mañana para otros.

Vienen la evocación,
así las aves de otros lugares,
garzas blancas y gaviotas navegantes;
cirios encendidos en los ojos
que se quedaron viendo un tiempo congelado,
y la tristeza de no verlos a mi lado.

Sucede que estoy recordando:
¿por qué la hermosa cayena estuvo ahí?,
las gallinas blancas de patitas esponjosas
corretean por mi mente 
con la misma felicidad
detrás de un grillo saltarín…

Detalles se quedan por siempre,
un árbol donde un amigo se mecía desnudo;
el recuerdo de sus trapos viejos
arrullando el tronco de guayabo
y el negro, ¡pobre negro!,
nada más veían su sexo,
nadie preguntó si alcanzó a ver el ocaso
y yo ahí, congelada,
en un instante que regresa.

¡Cosa rara los recuerdos!
Vaina extraña el desear correr sin saber a dónde,
pero  las quimeras se amañan en el corazón
con heridas, una tras otra,
y el puñal encendido en llamas,
sus  ojos desviados viendo los míos.


El tren de la  mañana hace una estación
y se quedó el hedor extraño,
semejaba sinfonía de violín
grabada en la mente.

Regresaron los recuerdos,
la noche de luna y tus promesas;
pegada de tu pecho limpio y sin heridas,
recitando cierto trozo de poema a un cielo azulado,
a  estrellas que no quisieron marchar
y que cada noche están ahí con mi pedido.

A ratos vagamos en el tiempo,
ciertos detalles se quedan con nosotros;
me atuve a recordar una puerta, las carreras de nuevo
si el fisgón condenaba mis labios en los tuyos,
y volvió pecado nuestro amor.

Se quedaron cuaI mariposa en el ámbar de mis afectos
atrapada en el tiempo, sin poder salir, sin volar,
con éste vicio que tengo de querer siempre llorar
y en mi cárcel, una seda oculta se enrosca sobre sí.

Tal vez mañana recuerde 
esa última vez.
Me dijiste que el amor era una sombra pasajera;
una promesa perdida en otras enaguas y otros ojos,
en cambiantes estaciones con sus primaveras.

Vicio es volver inviernos todos los recuerdos,
me han dejado prendida de una rama.
Violeta triste y apagada anhelando perfumar,
olvidando de ayer tus negros ojos,
y tus manos que cubrían las mías en otro tiempo,
enredando todo sueño en tu corazón extraño
que me dejó vagando en los recuerdos.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 9/13

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