lunes, 29 de abril de 2013

ÁNGELES/ a Miguel Ángel [7]


Miguel Ángel Jiménez Rueda/13

ÁNGELES/Miguel Ángel  [7]

Nuestros Ángeles de cada día
entonando versos a Dios desde las ramas
y dejando en mi pecho ardor de madrigales
junto al rocío del mar sobre las playas.

Aquí las palmeras esconden perlas
y la vida es un trino cada segundo;
las joyas del cielo encantadas
con plumas de mágicas gamas.

El azul  parece una sábana viva,
ahí anidan los navegantes con sus ideales,
y ante el sol, un doblaje de óleos se copia
para morir de amor junto a los trigales.

Los rubíes se juntan con las nubes en el ocaso
y los nubarrones se antojan de matizar el cielo
con ese encanto de luna callada,
que como novia solitaria se viste de blanco,
y deja que su amor cante otra tonada.

¿Qué montaña nos es ajena?
¿Qué cedro no llora ante el ropaje herido?
¿Qué niño no vuela triste con sus alas quebradas?
¿Qué cóndor no conoce lo alto?

Y en las rocas, donde el delfín retoza,
una herida lo hará llorar cual si cantara,
para morir despacio y sin prisas
viendo hacia el azul infinito
que llenó su vida de sonrisas.

Y el paisaje se torna de violetas
si en la noche los faisanes
y las grullas doblan las rodillas,
abriendo con dulzor sus alas.

¿Qué montaña me es ajena?
¿Qué olor a flores del campo?
¿Qué brisa sobre los montes?
¿Qué pies descalzos?

Y me enredo niño,
de nuevo en tu divino talle…
No hablo de Dios Él es todo,
hablo del amor dulce de una madre,
de las hojas del libro de la vida que pasan
ante nuestros ojos,
y muchas veces ni las leemos.

Termina mi viaje al fin…
¡Qué sombría se ve la playa de ayer!
Un sinsonte se moja cerca de un arroyo;
mis ojos a reverdecer se visten de luceros
y parpadea una lágrima,
que anuncia que va a llover…

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 29/13 

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