TRAS
TU HUELLA [22]
Como
un perro abandonado busco tu huella,
paso
a paso, sin importar que la borre la nieve.
Alcatraz
herido que ya no conmueve,
roca
fuerte de mi corazón,
exhala
un suspiro.
Parezco
un pichón abandonado,
una
honda hiere a mis padres.
Aterida
estoy, el frío me roba la vida,
olvidada
parezco una sombra
y
busco en el cantar de una alondra
tu
voz y mi alivio.
Dulce
trinar, tan temprano de mañana…
Miel
derretida en mis labios,
pétalo
de flor que se deja al azar:
toma
un poco mi talle e invítame a tu jardín
donde
el hielo no me confunda,
ni
me hiera el huracán de la tarde.
Un
pino cubierto de nieve semeja un fantasma.
¡Ya
todo me asusta!… sus ojos son arrogantes,
sus
palabras son las que valen,
pero
las mías tú escuchas.
Cristales
de agua congelan mis huesos
como
una flor en invierno aterida y yerta.
Una
tibia luz parece quebrarla
y
cuando vas a verla,
en
vez de morir,
resucita.
Soy
un zorrillo que sale de su cueva
cuando
la blancura hería la piel,
de
nuevo, dorado y limpio levanta los ojos,
y
entre las hojas que parecían dormidas
encuentra
el alivio a sus penas;
y
al correr veloz,
una
danza entrega.
Huele
el dulzor de la vida y ahí se sumerge.
¡Qué
raro!...
Cuando
más feliz estaba,
le
llega la muerte.
Y
una pequeña hoja, o el ramaje completo,
cae
presuroso para ir a ningún sitio.
Sobre
la arena retoza,
brindando
abono
para
que brote la vida.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
enero 23/12
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