martes, 29 de enero de 2013

EL RELOJ [7]

EL RELOJ [7] 


Detallo mi vela, parece encendida;
de a poco, ante mis ojos se apaga,
quedando el recuerdo de una escalera.

Nunca pude llegar a la cima,
y bajé mis  alas un tanto abatida.


Quise correr para tomar el sol
que en veloz carrera parecía huir cada vez,
y una especie de sombra a lo lejos,
me habló de la esperanza.



Correteé cual gacela llevada por el temor,
me habló del  ayer el verde del pasto, 
las montañas imponentes donde la vida pulula
y la música no necesita un pentagrama
pues todos conocían de ella.



En cualquier rincón esperé por ti
y al fin llegaste,

eres la sombra blanca
que aún persigo…


Estuvo el dorado ante mí…
Me llené de bosques y praderas,
de cascadas, donde la oración es el silencio,
y el dolor se esfuma al cerrar los ojos.



Estuve en la cima de tu amor
pero se desvaneció temprano
como el rocío de mis rosas;
como el gorrión de doradas alas,
como todos en un parpadeo,

y el reloj sigue marcando el paso.


En la orilla del mar te busco,
en el acantilado,

en la bulla de las gaviotas
en las alas del cóndor…


Se empeñó la oscuridad en nublar mi vista
todo el cielo se oscureció, todo es ausencia,
y las palabras no brotaron,
quedando la palidez en el rostro
por lo que pudo ser y no fue.



Desnuda en púrpuras busqué un aliento
llegando de lejos ese velero
cruzando el mar hacia ningún puerto,
pero mi puerto ansiaba,

anclaras en mí.


Quise ser un águila y volar…
Cerré los ojos de tanto en tanto,
y cada vez más lejos,

mis alas no me llevaron a tu alar
quedando vacío el corazón.


Desnudé mis sentimientos como el roble
y me dejé arrastrar por el huracán…
Quiso devastar mi traje,
pero un invierno de brotes me llenó.



Llegué al sitio de reposo de mis amores,
habían marchado al lugar de las sombras
y mi propia guadaña me perseguía.



De nuevo, ante la blancura del tiempo
al acoso de mis instantes,
observo tu rostro en lo nacarado del silencio,
en el encendido ramillete de un verso,
en ese camino despejado finalmente,
a donde iré sin renegar,


tan aprisa como el viento. 


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 29/13

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