Mirlo negro. Fotografìa: Liz Nayibe Àlvarez Rueda. Colombia/13
EL
MIRLO NEGRO [78]
Una voz escucho,
cierta
fragancia me llama.
Se desviste un lirio entre las ramas,
los ojos de las cascadas invitan
no sé hacia donde volar,
hacia
donde correr,
pues todo es magnífico,
mi
alar, mi jardín
tu divino amor…
Quiero que Él escuche mi voz de alegría,
trino desde el amanecer complacida en su obra.
Me
ha donado alas negras,
un
dorado pico,
mis patitas son de oro,
un sinfín de melodías
para
entregar a otros.
Habitas el blanco aposento de los lirios,
en el colgajo de rojas campanolas
que
del cielo bajan.
En
las hojas doradas
que
se multiplican como abono,
¡Oh mi amado!…
mi
divino, mi vida en todo…
La pereza no es un motivo,
mis
ojos abiertos hacia tu olivo.
Reverdece un segundo y al instante cae,
resucita una rosa nueva
en
un cultivo de girasoles
donde el aceite es el motivo
para
tu lámpara fina.
Quisiera una palabra para mi ángel dorado
donde cupiera el universo de mi amor,
pero extiendes tu ropaje claro
en las aguas tibias del manantial.
Enmudezco…
Tiemblan dos luceros en mis cristales abiertos
para caer sobre la roca
escondida
en el fondo del mar.
De nuevo,
al
avanzar hacia ningún puerto,
cierro los ojos para escuchar entre los trinos ajenos
una dulce voz sobre la llanura,
tan
clara y fuerte
anunciando con premura
que
llegó la hora de buscar un nido.
Extiendo mis alas una vez más
al
escuchar su respuesta
bordada entre una pequeña rama de ocres,
que
adornaré de notas blancas
que
brotan de mi corazón inflamado,
y
empiezo a volar…
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 8/13
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