martes, 22 de enero de 2013

CLAVEL ROJO [30]

CLAVEL  ROJO [30]

A esa vieja de piel curtida que alguna vez atetó,
con sus palabras a medio aprender
enseñó el valor de la honradez,
el levantarse antes que el sol,
conocedora de inviernos y veranos
hacendosa abeja en su panal
arrulladora, triste y lejana.

Atesora dolores y pasa cuentas…
Observa un libro que nunca aprendió a leer,
graba en su memoria las oraciones
dobla las rodillas
y en silencio espera ese beso olvidado.

Ojos donde las quimeras se desvanecen,
el arroyo manso parece decantar sus penas,
y allí, con el cuello encorvado lava y lava,
deteniéndola solo el cantar de un ave,
o el arrullo de una paloma.
Despacio va, cuesta arriba,
cuesta abajo con su gran maleta.
Lava el sucio ajeno sobre una piedra
que aprendió a desvanecerse
sobre mansos cantares.

Tejidos fuertes son besados por las espumas
que lentamente, huían de sus dedos
entregando sus  caricias a la doña,
para viajar  un poco más tarde
y bajar copos de nieve apresurados
que en un instante se desvanecen.

Seca sus ojos empapados en lluvia
y sonríe al llegar a casa;
pero una mirada hostil enturbia el brillo de los suyos
y un látigo le hace palidecer
para quebrarse una vez más en llanto.

Ayer hubo entrega de notas en el colegio,
y ella estuvo ahí desde temprano /día de nuestras reinas,
el día añorado, donde los claveles rojos son abundancia
 y un ¡te quiero madre!,
más para ella no hubo flor,
ni un beso, ni una mirada…

¡Esa vieja no es mi madre!, /se escuchó decir.
Escondido tras la puerta esperó a que pasara
una encorvada vieja de triste mirada
que se quedó viendo al ocaso
en espera de su clavel.

Raquel Rueda Bohórquez  

Barranquilla, enero 22/13

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