miércoles, 14 de noviembre de 2012

MI ABUELA "EDUARDA"

Mi abuela materna Eduarda y yo...


MI ABUELA EDUARDA

Mi poeta pequeña como una codorniz
Tierna labradora que entre su pobreza cultivaba sueños
Mendiga de amor cuando entre los desechos de un río

A la fuerza, mutilado y lanzado como alimento de nadie
Su amante esposo, de nocturnales poesías tomada de áspera mano,
Con sus tejidos bordó pañuelos de colores en su vientre
Y se endulzó con sus labios con sabor a limonares.

Claro que la vi… conocí su historia a través de los labios de mi madre
Se quedó sobre un cerro con sus niños videntes
Que decían que papá no llegaría, pues los buitres lo devoraban vivo,
Y estos seres de negros pensamientos no tenían alas
Pero sus dagas blandían con la invitación de la muerte
Nutriendo de maldad los pastizales. 

Ella envejeció, en una pequeña casa donde caían las urapas
Con las frutas y flores tan bellas de su enredadera...
Curó enfermos con la sabiduría de los profetas...
Fue partera de casos que daban por perdidos
Y con sus dedos de cortas uñas, sacó de los vientres los niños olvidados
Dejando una sonrisa al viento al escuchar sus llantos
Como lluvia de soles de colores, que entibiarían su vida. 

Tenía una pequeña “Caricatica”, su gallina
Y un cerdo miniatura que hacía de perro
Alertándola de cualquier peligro en su puerta
Y acompañándola muchos días y noches de soledad
Donde las estrellas musitaban elegías 
Que la luna acompañaba con quejas de luz, 

Sobre su ventana abierta. 

A tientas por la vida pasó mi vieja
Conoció de miserias y de heridas como nadie
Celdas oscuras se robaron sus amores
Cuando el infortunio tocó a su puerta cualquier día
Dejando un cerrojo de dolor 

Que apocaría el color de sus violetas ojos.

Se olvidó el cántaro de agua desde lejanos pozos
El camino viejo donde anduvo tantos días
Quedó a la vera de ese destino suyo tan incierto,
Con las niñas de su vientre que lloraban sus propias penas,
Cuando ella solitaria... desgranaba perlas de rosarios
Musitando aún dormida una oración,
Y despertando con el alba con una media sonrisa.

Ya pasó todo… su historia quedó en el olvido
Sólo su figura pequeña y robusta de cálidos abrazos
Y un pecho lleno de dulces, que robábamos con alegría,
Cuando a casa llegaba mamà Eduarda a dar los buenos días
Para marchar al rato a tientas, con sus pequeñas alpargatas
Rosario en mano, paso a paso… 
Hasta levantar airosa la mirada, cuando al fin musitando su mejor poema 
-Recuerdo la frescura del momento-
El cumpleaños de mi vieja un 12 de febrero,
Se quedó dormida para siempre, 

Observando la imagen de María
Y los ojos de su cubita sobre su adorado rostro.
Un suspiro leve la sorprendió como un pequeño pichón
Que después de una asonada, 
Levanta vuelo y desaparece en el horizonte. 


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, noviembre 13/12

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