sábado, 27 de octubre de 2012

LUISA Y EL ESPEJO



LUISA Y EL ESPEJO


Una vez pasando por un espejo observé a una niña, parecía una garza blanca, sus largas piernas, sus negros ojos y pestañas como una cornisa sobre sus tímidos ojos, tenla una boca como pétalos sin abrir de una rosa tan pequeña que alguna vez me convencí de que esa niña seria una enclenque mariposa en un pantano.


Cada día cambiaba de espejo, se colocaba las enaguas de la madre que era unpoco engreída de la vida y que soñaba con pájaros que navegaban y castillos de colores que se derrumbaban cada segundo, pero a la niña no le importaba eso, sólo tenla 12 o 13 años y sus pequeñas pomarrosas cada día crecían más con una selva lanuda que se ocultaba por ahí en su bosque secreto, mientras ella sólo tenia tiempo para su mágica tarea de copiarse en esos cristales, que la volvían soñadora.

Estuvo cambiando paños muy asustada, parecía el negro color de la vida que una vez púrpura se tornaba como espeso chocolate y le robaba su alegría pues eran días dolorosos y llenos de espanto, donde deseaba volar por las praderas, pero eso tan feo que no le gustaba mucho la ensuciaba y le traìa a la mente pequeños calcetines sobre su vientre y sueños extraños donde los marineros llegaban vestidos de trajes blancos con flores que ocultaban detrás de la chaqueta,o caballos voladores donde ella con su traje de princesa seria rescatada de un lúgubre y solitario sitio donde su hogar había sido destruido y navegaba en los espejos anhelando un mañana prometedor.

De reojo la observaba cuando el carmín en sus labios, el perfume hurtado y cuidado pues era costoso y el tiempo estaba cruel, gotas de lluvia sobre sus mejillas la hacían ver radiante y hermosa y danzaba… ella danzaba como una mariposa de colores esperando un jardín para adornar.

La niña tenla nombre propio, un apellido que parecía rodar, que tenla alas invisibles,  tenia pinceles y palabras para entregar a otros pero que nunca nadie valoraría;  pero ella se copiaba una vez más en el espejo aunque empañado con sus ojos.  

Una vez la música sonaba y la luz de colores iluminaba su mente; revivía como una cascada con traje de seda y se elevaba sobre las nubes o bajaba con ímpetu de gigante, viendo que el espejo era su sombra y le entregaba todos sus anhelos cada segundo, sin esperar que otros se los dieran, y entonces de nuevo con el púrpura en sus labios se acercó a esa lámina platinada y con los ojos cerrados llenó de besos a ese navegante que se disolvía en un claro manantial, cuando de sus perlas negras brotaban diamantes con sabor a mar.



Raquel Rueda Bohòrquez
Barranquilla, octubre 27/12

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