Jardines de la Eternidad-Barranquilla-Colombia/Sept/12 Raquel.
Sin importar el traje del día, nos copiamos en las sombras como pasajeros del camino,
dejamos en el sitio de los muertos aquéllo que nos recuerda que aún vivimos.
Me descalzo ante una ceiba, ante el cielo que hace el amor con un lago
perpetuando su hermosura en nuestros ojos y su grandeza en la pequeñez de mi figura.
Aquí vamos una vez más, sólo recuerdos que hoy parecen sueños
las huellas colgadas de blancas paredes, tus ojos en la inmensidad de las tristezas
asidos de un clavo roído, como una lámpara encendida.
Déjame aquí sin un diccionario que dicte mi destino, sin esa obligación de voltear a donde quieren
permitir tal vez un sólo sueño cumplido entre tus brazos, ojeando un salmo o tomando un tinto.
Admite que todo ésto es una película en negro y blanco, el color es sólo una imagen prestada
la tierra negra recuerda cada segundo nuestra efímera misión...
los árboles seguirán siendo los dueños del planeta y las garzas viajarán raudas por el cielo.
Tal vez no escuches los lamentos del mar... desde aquí penetra a mis oídos su voz
ronca y poderosa abierto a los rayos de luz aún en su oscuridad...
feliz cuando se levanta tan soberbio con sus alas extendidas y susurra, cuando toma la caliente playa.
Raquel Rueda Bohòrquez
Barranquilla, octubre 6/12
perpetuando su hermosura en nuestros ojos y su grandeza en la pequeñez de mi figura.
Aquí vamos una vez más, sólo recuerdos que hoy parecen sueños
las huellas colgadas de blancas paredes, tus ojos en la inmensidad de las tristezas
asidos de un clavo roído, como una lámpara encendida.
Déjame aquí sin un diccionario que dicte mi destino, sin esa obligación de voltear a donde quieren
permitir tal vez un sólo sueño cumplido entre tus brazos, ojeando un salmo o tomando un tinto.
Admite que todo ésto es una película en negro y blanco, el color es sólo una imagen prestada
la tierra negra recuerda cada segundo nuestra efímera misión...
los árboles seguirán siendo los dueños del planeta y las garzas viajarán raudas por el cielo.
Tal vez no escuches los lamentos del mar... desde aquí penetra a mis oídos su voz
ronca y poderosa abierto a los rayos de luz aún en su oscuridad...
feliz cuando se levanta tan soberbio con sus alas extendidas y susurra, cuando toma la caliente playa.
Raquel Rueda Bohòrquez
Barranquilla, octubre 6/12
No hay comentarios:
Publicar un comentario