VISTIENDO HARAPOS L3R
Una puerta se cierra a mi paso...
un golpe sobre mi rostro ennegrecido y pobre
mis harapos viejos, mis sucios harapos
cosidos con la fiebre, remendados con la gripe
cochinos de mi propia tristeza,
encogidos sobre mis piernas, parecen mi sombra
me sigue y me acobardo
doblado tal vez sobre mis rodillas me encuentres
con la mirada turbia soñando un beso.
Arrincónate que voy de paso...
como una golondrina negra de petróleo
se esfuma por mis brazos la hiedra
y ella muere sin alguien que la tome.
Busca el fuego y quema mis harapos
qué asqueroso huele la pobreza
no tengo una cristalina fuente para bañarme
me atengo a las aguas de mi propio orín
o me escondo de a ratos sobre un río cargado de miserias
que llenan mi piel de punzones nuevos.
Ya las cenizas advirtieron qué pobre soy
sólo una brizna que se llevará el viento
no quedarán ni mis versos para que me recuerden
sólo unos harapos en un rincón cualquiera
donde anidarán las ratas hambrientas
que como yo... buscaron un consuelo.
No te detengas en mi choza...
ya ni ese espacio es mío
navegué pausado y sin aliento, con un arma sobre mi pecho
soy otro como tú que ayer tuvo un asiento, una palmera te cobijó
tal vez un coco como granada alguien disparó
y hoy la brisa se toma mi único bien
lo habitan mis ojos cuando paso, ya es de otros lo que imaginé mi propiedad
y nuevas palas se roban de a poco mi aliento.
La arena, esa que tal vez cubriría mi cuerpo
también hoy sabe a inmundicia
se cobra el derecho a estar vivo
cuando vivir para mí... ha sido morir en silencio
toma el cirio blanco de mi tabla de cativo sin pulir
remienda los huecos de mi tumba
o lánza mis cenizas al mar
donde las olas llorarán sobre las rocas
mientras en el cielo brillará tal vez mi estrella.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, julio 27/12
Camino largo y tendido
se revientan mis pies con el fuego del cemento
mis uñas no aguantan sus llagas
y muero de a poco en mi desconsuelo.
Una puerta se cierra a mi paso...
un golpe sobre mi rostro ennegrecido y pobre
mis harapos viejos, mis sucios harapos
cosidos con la fiebre, remendados con la gripe
cochinos de mi propia tristeza,
encogidos sobre mis piernas, parecen mi sombra
me sigue y me acobardo
doblado tal vez sobre mis rodillas me encuentres
con la mirada turbia soñando un beso.
Arrincónate que voy de paso...
como una golondrina negra de petróleo
se esfuma por mis brazos la hiedra
y ella muere sin alguien que la tome.
Busca el fuego y quema mis harapos
qué asqueroso huele la pobreza
no tengo una cristalina fuente para bañarme
me atengo a las aguas de mi propio orín
o me escondo de a ratos sobre un río cargado de miserias
que llenan mi piel de punzones nuevos.
Ya las cenizas advirtieron qué pobre soy
sólo una brizna que se llevará el viento
no quedarán ni mis versos para que me recuerden
sólo unos harapos en un rincón cualquiera
donde anidarán las ratas hambrientas
que como yo... buscaron un consuelo.
No te detengas en mi choza...
ya ni ese espacio es mío
navegué pausado y sin aliento, con un arma sobre mi pecho
soy otro como tú que ayer tuvo un asiento, una palmera te cobijó
tal vez un coco como granada alguien disparó
y hoy la brisa se toma mi único bien
lo habitan mis ojos cuando paso, ya es de otros lo que imaginé mi propiedad
y nuevas palas se roban de a poco mi aliento.
La arena, esa que tal vez cubriría mi cuerpo
también hoy sabe a inmundicia
se cobra el derecho a estar vivo
cuando vivir para mí... ha sido morir en silencio
toma el cirio blanco de mi tabla de cativo sin pulir
remienda los huecos de mi tumba
o lánza mis cenizas al mar
donde las olas llorarán sobre las rocas
mientras en el cielo brillará tal vez mi estrella.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, julio 27/12
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