EL CAMINANTE/A Julio César Rueda
El chico tomó ese sendero de valientes...
la bandera que ondeó sus sueños
tal vez en el último intento...
Lo vi cuando llovían de milagro los empleos
cuando decidido estaba a coger otro rumbo...
más el destino lo guió... a pesar de tantas lágrimas
a pesar de pies cansados, de cañadas peligrosas
donde el azar jugó las cartas.
Fue el chico de juegos infantiles...
fueron los calzononones de Dolores...
las carcajadas del viejo al asomo de su niño
el que nunca reviraba por sus bromas
y compartía con todos de la bondad de su herencia.
Ahí va mi caminante... paso a paso...
una gran lección a todos los que lo creían cobarde...
el que empuñó la bandera por todos
quien no se amedrentó ante el ladrón en la casa
halando sin miedo el gatillo para que huyera la gata.
Tomó en el mismo vaso de los humildes...
conoció de sus miserias y las compartió con agrado...
miró con dulzura a los niños desprotejidos
les regaló sus sonrisas su ánimo sus miradas...
A ese caminante silencioso que llega cansado a casa
que prepara las loncheras a sus niños... y aún a su esposa
donde el machismo es cosa de pasar vuelta a un viejo libro...
mi caminante amado... son mis letras al descuido
el gran cariño que tengo por éste mi hermano querido.
Cuelga la hamaca donde el cansancio te encuentre
allí entre los humildes es más delicioso el plato
pues con amor ellos sirven, entregando de sus arcas
lo que el destino prodiga con ese abrazo de sonrisas
que la vida sabe darnos...
¡Qué bien que lo sabemos!... sigue adelante tus pasos...
ahí están tus huellas... sobre la mesa...
sobre el cachorro que espera día a día tu llegada
y los muchachos que anhelan de tus pies animados
una vuelta al camino de tus manos agarrados.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, julio 8/12
El chico tomó ese sendero de valientes...
la bandera que ondeó sus sueños
tal vez en el último intento...
Lo vi cuando llovían de milagro los empleos
cuando decidido estaba a coger otro rumbo...
más el destino lo guió... a pesar de tantas lágrimas
a pesar de pies cansados, de cañadas peligrosas
donde el azar jugó las cartas.
Fue el chico de juegos infantiles...
fueron los calzononones de Dolores...
las carcajadas del viejo al asomo de su niño
el que nunca reviraba por sus bromas
y compartía con todos de la bondad de su herencia.
Ahí va mi caminante... paso a paso...
una gran lección a todos los que lo creían cobarde...
el que empuñó la bandera por todos
quien no se amedrentó ante el ladrón en la casa
halando sin miedo el gatillo para que huyera la gata.
Tomó en el mismo vaso de los humildes...
conoció de sus miserias y las compartió con agrado...
miró con dulzura a los niños desprotejidos
les regaló sus sonrisas su ánimo sus miradas...
A ese caminante silencioso que llega cansado a casa
que prepara las loncheras a sus niños... y aún a su esposa
donde el machismo es cosa de pasar vuelta a un viejo libro...
mi caminante amado... son mis letras al descuido
el gran cariño que tengo por éste mi hermano querido.
Cuelga la hamaca donde el cansancio te encuentre
allí entre los humildes es más delicioso el plato
pues con amor ellos sirven, entregando de sus arcas
lo que el destino prodiga con ese abrazo de sonrisas
que la vida sabe darnos...
¡Qué bien que lo sabemos!... sigue adelante tus pasos...
ahí están tus huellas... sobre la mesa...
sobre el cachorro que espera día a día tu llegada
y los muchachos que anhelan de tus pies animados
una vuelta al camino de tus manos agarrados.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, julio 8/12
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