viernes, 27 de julio de 2012

A DORA MARÍA RUEDA

A/Dora María Rueda

Dora es la  chica que parece un ángel,
digo -parece-, pero le gusta hablar de sexo.
Sus ojos a punto de salir de sus órbitas
cuando se habla de gelatinas, de falos,
de pechos y torsos desnudos.

Pasa sus días viviendo de sueños ajenos,
nunca tuvo los propios...
Su vida siempre entregando a otros
su trabajo sin paga alguna,
su cansancio, atenciones desmedidas
tal vez por sólo un "gracias".

No acata rosarios de buena gana,
ella necesita tiempo para labrar su historia
con una escoba y un trapero en la mano
casi ni sus palabras escuchamos;
-nos parecen tontería- mientras tomamos su tinto
tan caliente y deseado  como su corazón,
adornado de un rostro tímido que teme abrir la boca.

Su nombre es sólo servir...
Nació como las mariposas, para adornar,
para llenar de belleza los jardines de la vida,
para enseñar a todos sobre la humildad,
sobre el valor del servicio a los demás.

¿Acaso alguien ha imaginado 
que una mujer como ella sin pensión
donde pareciera que su trabajo sin valor,
se pierde cada día, esperando de otros sus mendrugos
su enorme labor, que ninguna persona haría 
con la transparencia que hay en su alma,
nunca ha tenido sueños de amor?

Cada día añora marchar.
Está cansada de los golpes de la vida
aunque pareciera ante los ojos ajenos, que está bien,
su corazón anuncia que mañana se irá.
Un gran golpe en su cabeza cada día
donde su boca sabe a sangre
y su pecho tiene el dolor de las despedidas.

La vida no son siquiera las rosas de su huerto,
no es siquiera  la propia,
ni el trapero, ni la escoba, ni la cocina ni el sucio ajeno.
La bondad retratada en su figura encorvada
donde ajenos a sus sentimientos, a veces pasamos,
pareciendo peregrinos en tierra ajena...

Ella con sus manos llenas de amor,
su noble mirada esperando el ocaso de una mano,
un amante silencioso que robe su virginidad a escondidas
mientras tal vez pronuncie la plegaria pendiente
implorando del cielo auxilio.

¡La conozco!,  cada día desea morir,
pero ella tal vez nos vea uno a uno
sin una palabra pronunciar 
dentro de ese cajón de roble o de cativo.

Espero que su jardín esté siempre lleno,
como siempre, con las pequeñas flores rojas,
su altar donde en silencio sin que nadie la vea
arrodillada clama por sus amores;

los que fueron su motivo diario tras un café caliente,
un caldo sencillo servido por sus manos
y un beso abrazado de un: "hasta mañana mi corazón".

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, julio 4/12

No hay comentarios:

Publicar un comentario