UN JESUCRISTO VIVO EN CADA UNO DE NOSOTROS
Ésta semana hemos tenido a voluntad el recuerdo de tu muerte, con cada detalle, cada acto público como caminante donde eras escuchado regando y sembrando la palabra “amor”; un recuerdo doloroso de tu crucifixión y muerte, que repetimos a diario, sin recordarte en cada acto de ignominia que cometemos, y donde seguimos inventando cada día más cosas para llenar nuestros hogares de todo lo innecesario, para obligarnos a llenar nuestro futuro sólo de vacío, de vanidad y vicios, pero donde tu palabra es poco recordada con verdaderos actos de arrepentimiento, pues arremetemos con más fuerza contra los más débiles, nos sentamos a criticar en vez de alentar, denigramos de nuestros propios hermanos en medio de nuestras abundancias y comodidades y nos sentimos intocables cuando la palmera se ha levantado arrogante y observa callada y silenciosa el horizonte.
Cada año repetimos éste recuerdo… y cada segundo lo olvidamos, con la misma rapidez. Un Jesucristo siempre resucitado en nuestros corazones ha de ser el recuerdo durante toda nuestra existencia, una voluntad inquebrantable de tener sólo lo necesario para vivir y no ahogar nuestro sitio de descanso con cosas vanas e inútiles, fantasías que no nutren siquiera el alma y nos inflan con la vanidad tan propicia al hombre.
Jesucristo Rey... pero un rey siempre vivo, siempre animoso en entregar amor, es un compromiso tan olvidado, un Dios sembrador en cada uno de nosotros, el compromiso de alentar, ayudar, amar, sostener… el compromiso de brindar trabajo a tantos que agonizan en sus propias miserias y el de sentirnos obligados a pagar lo justo… el compromiso de entregar las tierras a los desheredados, los políticos con pensiones tan increíbles que sentimos vergüenza al ver tantos ancianos en las calles mendigando un sitio en donde reposar su cansancio y tantos profesionales obligados a vivir una existencia triste donde las oportunidades las roban los equipos y las máquinas.
Un compromiso no de inventar leyes absurdas que favorecen siempre a los ricos, sino leyes de justicia y equidad en un mundo cada día más corrupto y desmoronado…
Nuestros votos desperdiciados, una falta de compromiso en los gobiernos y quienes manejan los dineros públicos y son derrochados en guerras, en armas, en peleas interminables sin una solución concreta, mujeres que aún hoy sepultan a sus hijos descuartizados, pero olvidados también con una historia que se deja en blanco en un país tan empapado en sangre y dolor, donde también nuestras riquezas vuelan en manos ajenas y ni los desperdicios quedan, donde los obreros rasos los que más luchan y trabajan son quienes menos ganan, pues los títulos valen más que la dignidad humana.
¡Viva Cristo Rey!... que suenen todas las matracas, maracas, violines todas las sinfonías del planeta en su nombre, pero no sólo por ésta semana, que su música celestial penetre en cada uno de nuestros corazones con un compromiso serio, nuestro paso por éste mundo que va cuesta abajo ha de ser de levantar lo destruido, sembrando todo lo que le hemos devorado al planeta, entregando las tierras a quienes tienen sus manos para labrar futuro y sembrar semillas de abundancia y generosidad; que no sembremos las amapolas de la muerte, sino las flores para adornar de belleza nuestros campos… tantas cosas por decir… tantas que olvidamos al segundo siguiente, no me gustaría llegar al nuevo año con el recuerdo de un hombre crucificado y sangrante, con tantas heridas y tantas llagas causadas por nosotros mismos, sino recordar a ese Dios vivo que debe anidar verdaderamente en cada corazón con actos de fe, voluntad y justicia.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 8/12
Ésta semana hemos tenido a voluntad el recuerdo de tu muerte, con cada detalle, cada acto público como caminante donde eras escuchado regando y sembrando la palabra “amor”; un recuerdo doloroso de tu crucifixión y muerte, que repetimos a diario, sin recordarte en cada acto de ignominia que cometemos, y donde seguimos inventando cada día más cosas para llenar nuestros hogares de todo lo innecesario, para obligarnos a llenar nuestro futuro sólo de vacío, de vanidad y vicios, pero donde tu palabra es poco recordada con verdaderos actos de arrepentimiento, pues arremetemos con más fuerza contra los más débiles, nos sentamos a criticar en vez de alentar, denigramos de nuestros propios hermanos en medio de nuestras abundancias y comodidades y nos sentimos intocables cuando la palmera se ha levantado arrogante y observa callada y silenciosa el horizonte.
Cada año repetimos éste recuerdo… y cada segundo lo olvidamos, con la misma rapidez. Un Jesucristo siempre resucitado en nuestros corazones ha de ser el recuerdo durante toda nuestra existencia, una voluntad inquebrantable de tener sólo lo necesario para vivir y no ahogar nuestro sitio de descanso con cosas vanas e inútiles, fantasías que no nutren siquiera el alma y nos inflan con la vanidad tan propicia al hombre.
Jesucristo Rey... pero un rey siempre vivo, siempre animoso en entregar amor, es un compromiso tan olvidado, un Dios sembrador en cada uno de nosotros, el compromiso de alentar, ayudar, amar, sostener… el compromiso de brindar trabajo a tantos que agonizan en sus propias miserias y el de sentirnos obligados a pagar lo justo… el compromiso de entregar las tierras a los desheredados, los políticos con pensiones tan increíbles que sentimos vergüenza al ver tantos ancianos en las calles mendigando un sitio en donde reposar su cansancio y tantos profesionales obligados a vivir una existencia triste donde las oportunidades las roban los equipos y las máquinas.
Un compromiso no de inventar leyes absurdas que favorecen siempre a los ricos, sino leyes de justicia y equidad en un mundo cada día más corrupto y desmoronado…
Nuestros votos desperdiciados, una falta de compromiso en los gobiernos y quienes manejan los dineros públicos y son derrochados en guerras, en armas, en peleas interminables sin una solución concreta, mujeres que aún hoy sepultan a sus hijos descuartizados, pero olvidados también con una historia que se deja en blanco en un país tan empapado en sangre y dolor, donde también nuestras riquezas vuelan en manos ajenas y ni los desperdicios quedan, donde los obreros rasos los que más luchan y trabajan son quienes menos ganan, pues los títulos valen más que la dignidad humana.
¡Viva Cristo Rey!... que suenen todas las matracas, maracas, violines todas las sinfonías del planeta en su nombre, pero no sólo por ésta semana, que su música celestial penetre en cada uno de nuestros corazones con un compromiso serio, nuestro paso por éste mundo que va cuesta abajo ha de ser de levantar lo destruido, sembrando todo lo que le hemos devorado al planeta, entregando las tierras a quienes tienen sus manos para labrar futuro y sembrar semillas de abundancia y generosidad; que no sembremos las amapolas de la muerte, sino las flores para adornar de belleza nuestros campos… tantas cosas por decir… tantas que olvidamos al segundo siguiente, no me gustaría llegar al nuevo año con el recuerdo de un hombre crucificado y sangrante, con tantas heridas y tantas llagas causadas por nosotros mismos, sino recordar a ese Dios vivo que debe anidar verdaderamente en cada corazón con actos de fe, voluntad y justicia.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 8/12
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