MI AMIGO, EL ESPEJO…
¿A quién puedo mentir?
Hoy es un sábado repetido miles de veces, un momento donde anhelo estar en otro sitio, pero se ha vuelto tan cotidiano en mi vida, mientras otros siempre tienen algo diferente por hacer, me veo obligada a estar aquí, en éste silencio casi que agónico de cada día.
No quiero quejarme… pero el desahogo es obligado, a quién le contaré entonces que no duermo… que mis días desvelados en el silencio de mi alcoba me consumen… a quién le diré que compongo día a día para nadie… sólo para mí son los escritos, ¿a quién le interesaría leer mis tonterías?.
Hoy es un día que se repite… día a día; pero es más lúgubre que el resto, me acompaña mi soledad que pareciera mi propio crucifijo, mientras observo sus rostros sonrientes, como quien ha cumplido todas sus metas… mientras las mías… se quedaron enredadas en el camino…
A veces quisiera hablar de otra manera… pero qué puedo hacer… es mi momento… son mis segundos que quiero pasarlos haciendo algo que no sea sudar, trabajar, sin recibir siquiera el pago de una sonrisa o de un abrazo o de un beso consentidor, qué puedo hacer… ya me estoy volviendo vieja aunque quisiera robar la felicidad de las mariposas… tan sólo un día íntegro, pleno y después… marchar…
A veces no tengo nada por decir… sólo observo éstas blancas paredes un poco corroídas por el tiempo… los mismos muebles viejos tan parecidos a mí… el comején que ha destruido mi historia tan llena de fracasos, pero es mía, y me consuelo creyendo en las fantasías de los atardeceres, en las flores perfumadas… en dar voz a las aves y a las marionetas que danzan en el camino…
Un sábado silencioso… un domingo fúnebre… una semana tan llena de labores y cansancios… sin una mirada siquiera de cariño… ya no apetezco muchas cosas de la vida, sin embargo… deseo la felicidad a costa de lo que sea, quiero sonreír a pesar de que mis ojos siempre están empañados, miro a ese espejo que quiero que permanezca siempre claro y limpio y quiero robar una sonrisa a la fuerza.
Días de mutismo y soledad, días de indolencia casi que castigos repetidos, las dagas de la crueldad y de la indiferencia… sonreír, reír a carcajadas, sin importar si necesitas que estén ahí, sin que te reprochen lo poco que puedes ya disfrutar, y una lágrima…es obligada esa lágrima de cada atardecer, donde observo por mi oxidada ventana y me doy cuenta que el tiempo pasó tan aprisa que siento mucho miedo…
Miedo tal vez a que no estés aquí … cuando ya quebrada y vencida, no pueda vislumbrar ni mi propia sonrisa en el espejo, o que mis manos se desalienten tanto, que no pueda teclear ni seguir escribiendo, pues es en éste muro en blanco en donde quedan todos mis pesares, es en ésta cristalina fuente intocable de mi espejo en donde quedará la huella de unos ojos que lloraron mucho, que amaron tanto, pero que también fueron olvidados…
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 14/12
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