lunes, 2 de abril de 2012

LA MOTO DE ENRIQUE


LA MOTO DE ENRIQUE

Vi al tipo muchas veces, sabía que era un puerco, hasta patán me parecía a veces, no soportaba sus groserías y apartado casi siempre de todos, permanecía en las reuniones en un rincón, haciendo burla de todos y riendo a carcajadas por sus propias travesuras.

Era gracia echar sus asquerosos gases cuando había alguna reunión y con el disimulo de sus olores se apartaba sonriente con una mirada de un brillo tan extraño y una sonrisa que para mí en ese entonces me parecía diabólica, siempre el diablo en todos los momentos de mi vida, pues cuando chica el tipo era feliz asustándome con él… arañando paredes y haciendo ruido de gatos en la oscuridad.

Lo observo con las manos ajadas, sus pies sucios, sus uñas descuidadas, los grandes barros en su rostro que reventaba en el espejo donde las reinas nos mirábamos día a día, y un asco terrible me espantaba y me provocaba una ira incontenible y una airosa mirada… pero me daba cuenta que el tipo siempre reía… ¿qué carajos importaba lo que yo sintiera?, él se gozaba todo, hasta nuestras rabias, y así en detalle observaba de vez en cuando que tenía la mirada un poco perdida y que muchas veces me buscaba con ella…

Hoy es un día de esos en que decidí que detallaría sus ojos… eran de un verdor tan intenso que parecían esmeraldas gota de aceite y en su interior un pequeño girasol tan dorado que llegó a conmoverme y el iris entre el verdor de sus ojos parecía escondido entre un pastizal revuelto que aún más los embellecía.

Tenía una moto Auteco que ya había cumplido todos los ciclos de su existencia, ya había trabajado su tiempo y hasta el de los demás, pero a él se la dieron como parte de sus prestaciones sociales de algún sitio donde laboró.

Tantas veces corriendo más él que su pedazo podrido de moto… arriba, abajo, sudado, cansado… ante nuestras miradas y las carcajadas al ver que no encendía, ningún esfuerzo la haría prender y con desilusión se sentó en un orillo de la acera y lloró largo rato, después de intentarlo por días y horas…

Miré a mi padre que era tan burlón, pero ahí estaba callado, conmovido… se acercó un poco y le colocó su mano sobre el hombro… “vamos mijo para la casa, es mejor que no bregue más con ese cacharro, y mire a ver si le dan cualquier dos pesos por esa chatarra”.

Claro que consiguió a quién venderla; como pudo él mismo hizo un documento a mano: “Ésta moto fue propiedad de Enrique y fue vendida a fulano de tal por el valor de cincuenta pesos moneda colombiana” y firmó.

Éste era todo el papeleo… ¡jajajaja!, pues bien, el tipo llegó al otro día a formar la pelea a mi hermano quien se negó a devolver el dinero, lo importante era que había salido de ese cacharro y que el tipo se conformó con el negocio y no regresó más, a pesar de que dijo que lo demandaría, ¿pero ya tenía tarjeta de propiedad de la moto qué más quería ese huevón?...

La primera vez que lo vi satisfecho; respiró profundo… tomó la olleta del agua de panela a dos manos y de grandes sorbos vació todo el líquido en su estómago haciendo pucheros como un ternero… ante la mirada aterrada de Dora María que lo acosaba: “Oigaaaa, no se jarte eso que es para todos”… a lo que él respondía con la cara roja de felicidad: “¡Cállese o le reviento la jeta, boba chocha”… ella respondía furiosa: ¡chocha la suya y la de las vacas ¡


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, marzo 30/12

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