viernes, 20 de abril de 2012

ACOMPAÑANTES...


Imagen: Internet

ACOMPAÑANTES

Varias horas sentada ahí acompañando a mi madre envejecida enferma, agotada, la vi tan dulce, como una niña recién nacida arruchada abrigada con esa cobija de lana y tomada de su mano, en espera de que mañana recupere el aliento y la droga logre combatir su problema, sonriente con su voz apagada recordó muchos poemas que ni un joven puede repetir, un poema de muchas estrofas, se las conté… 12 estrofas, y el título del poema “A solas” del poeta colombiano Ismael Enrique Arciniegas, algunas muy largas, a sus 84 años y mi viejita recordó una a una con su suave voz quebrada y el brillo de sus ojos pequeños, donde hoy no encontré el color verde por ningún lado, pero no lloré… mantuve mi fuerza ante ella y recosté mi cabeza sobre su mano, y ahí en esa pequeña escalera pues no había más, dormí un buen rato, sus ronquidos me despertaron mientras se quejaba muy quedo.

Hoy es uno de esos días en que digo que soy una afortunada de tener a una persona como mi madre a mi lado, es un tesoro valioso y una mujer ejemplar, una maravillosa mujer que aún así tan frágil y muy grave me dice que nadie puede cumplir con los mandamientos, que ni aún ella los ha cumplido todos, y me pide su rosario, no lo encontré y rezamos juntas un ratico mientras en medio de la oración se quedó dormida de nuevo contando las ave marías con sus dedos.

Observando tanto dolor y tristeza, es allí en las clínicas, hospitales donde podemos realmente darnos cuenta de que muchas enfermeras equivocaron su profesión, mi madre estaba acompañada, no la dejaríamos sola un instante… éste privilegio era de ella y de muy pocas personas, nos relevábamos a cuidarla pues pobre del que esté solo sin un acompañante y puedo decirlo pues lo presencié…

Allí venía… un anciano muy bajo de estatura, casi de mi estatura pues soy muy bajita… un bastón que lanzaba buscando no tropezar y pidiendo ayuda… una enfermera lo regañó porque estaba solo por ahí y él le dijo que quería ir al baño… ¡y su familiar!... gritó la enfermera enojada… -no hay nadie conmigo- dice el anciano, ¿en dónde queda el baño?.. ¡Allá… vaya para allá!... responde la enfermera con fastidio, vi su mirada soberbia, indolente, qué rabia! ¡Tendría que ayudar a ese viejo a ir al baño y además ciego!... el viejito ya alega con un poquito más de fuerza, por favor ayúdeme no se da cuenta que no puedo ver?... la enfermera siguió de largo sin importar que varios estuviéramos viendo… y que estábamos a punto de estallar; cuando aparece otra enfermera muy elegante y linda… pero con su mirada de hielo, ¡a ver vamos!... y grita a la jefe que está en el computador: ¡éste señor está solo!... no tiene a su acompañante ningún familiar con él… y con rabia le fue indicando el baño, -el abuelo- casi estrellándose y ella lo halaba del brazo… ¡ahí!... Derechooo!... aquí ya el abuelo estaba cogiendo resuello y le dijo: ¡Derecho o recto!... ésta respuesta nos causó risa y seguimos pendientes esperando a ver qué pasaba. Lo empujó, el abuelo se bajó el pantalón, aún no habían cerrado la puerta, y la enfermera con mucha rabia le pregunta qué va a hacer… ¡pues voy a ensuciar!... enseguida ella se fue y lo dejó solo en el baño…

Ya estábamos preocupadas pues no se abría la puerta y nos imaginábamos lo peor, pero todos sabemos que aún cerrando los ojos sabemos cómo limpiarnos… pero el anciano debería estar muy ocupado buscando lo que sus ojos no podían ver, sólo con su bastón… llegó la enfermera cuando el abuelo estaba tratando de salir, pero nos miró con fastidio como diciendo, ustedes no se metan, esto es nuestro trabajo, nos miramos y esperamos…

Lo tomó de nuevo del brazo con rabia, le quedó la cremallera abierta, traía medio pañal afuera del pantalón por la parte de atrás… la bruja lo coge con mucha rabia del brazo y él le dice que quiere bañarse las manos, aquí parece que algo conmovió a la enfermera y lo dejó ahí… el agua se regaba y el viejito preocupado… ¡tome aquí tiene jabón!... a tientas lo tomó, se limpió y pidió papel para secarse las manos, le dijo que cerrara la llave que se desperdiciaba el agua, y ella le dice que no le pare bolas a eso, el abuelo le replica que no… el agua es para cuidarla, muchos la desean y no podemos darnos el lujo de desperdiciar, con mucha cultura, sin importar como lo ultrajaban a pesar de que era una persona que no podía ver y que necesitaba de otros, sólo dijo: por favor llamen a éste celular, mi hijo se lo llevó… que venga alguien… y al rato llegó su nieta, una niña delgada y lo abrazó, mientras la enfermera arrugaba la cara… la nieta le subió la cremallera, arregló el pañal mientras el abuelo empezó a bromear con ella… ¡ay mijita! Procuren no dejarme solo, esto es muy pesado para mí…no quiero ser molestia para nadie, dígale a la enfermera que gracias por darme su mano, soy muy torpe, aquí no encuentro mis cosas quiero regresar pronto a casa.

¿Por qué no habías llegado hija?... mira abue lo que pasa es que cogí el bus equivocado, pero no te preocupes aquí estaré contigo toda la noche.

Aquél optimismo nos conmovió, sus bromas y que mantuvo la calma… sabía que necesitaba la ayuda de alguien pero también habló con firmeza y no se achicopaló ante las dificultades que se le presentaban y tomó de nuevo su bastón con la sabiduría de un roble que ha sido muy pisoteado, pero que tiene aquélla fuerza interior en su corazón.

Me di cuenta que el anciano no era ciego realmente, sólo que no podía ver… las ciegas deambulaban por ahí, como momias inservibles trabajando sólo por un sueldo, habían equivocado su profesión, era una lástima, tal vez olvidaron que si no hacemos nada con amor… realmente no somos nada, no sirve de nada ningún cartón…

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 19/12




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