Cuando el sol besa el ocaso
La brizna de tu amor es un consuelo
Y una lluvia infinita de rocío
Baña mi rosa piel casi quebrada.
Diré que enamorada de ti resisto
La poesía me convirtió en mujer
Gotas de cristal yertas y reposadas
Sobre suave y quebradiza rama
Confiadas en su efímera existencia
Con tu sutil perfume engalanada.
Qué tibias suelen ser mis madrugadas
Al abrigo de mis brazos;
Creyéndolos tuyos me conmuevo
Y un arroyo de caricias dibujadas
Parecieran viajar en un instante
Y al cerrar los ojos…
Como perdida estrella de brillo contenido
Susurra a esa luna de ojos pálidos
Que moriré pronto… si no vienes conmigo.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, marzo 19/12
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